Capítulo 2

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Emma contuvo el aliento mientras sus ojos observaban al hombre que tenía delante. Definitivamente, tendría que mentir mucho el lunes cuando volviera a la consulta del psicólogo, porque nadie iba a creer que el hombre de sus sueños se hubiera materializado como por arte de magia delante de ella. Él también parecía confuso y, por un instante, Emma pensó que se detendría. No fue así. Continuó caminando con la niña, la cual clavó sus grandes ojos azules en Emma. La mujer parpadeó varias veces seguidas tratando de buscar a la pequeña entre sus recuerdos nocturnos pero no la encontró. A pesar de ello, su rostro le resultaba tremendamente familiar.

Rogers avanzaba despacio al mismo tiempo que buscaba una excusa para hablar con aquella desconocida que, sin embargo, él sentía conocer desde siempre. Estaba seguro de que se llamaba Emma. Al fin y al cabo eso es lo que ponía en el libro. Se giró con disimulo para volver a mirarla y observó que la mujer escribía algo en su móvil con rapidez. Parecía que sus dedos volaban sobre el teclado táctil.

— Disculpa — Emma alzó la cabeza y pareció sorprenderse al ver que él se había detenido — ¿Podría indicarme dónde se encuentra esta calle? — la mujer le tendió el móvil para mostrarle la ubicación que buscaba.

Rogers alzó una ceja. Sin duda parecía que la calle hubiera sido escogida de manera premeditada pues no se hallaba demasiado lejos, pero tampoco era sencillo señalar su posición desde aquel lugar.

— Creo que será más fácil si la acompaño hasta allí — los ojos de Emma centellearon cuando escuchó aquellas palabras pero trató de mantener un tono cortés.

— No quiero molestarle — dijo titubeante — He tratado de seguir las indicaciones de la aplicación móvil pero soy un absoluto desastre — suspiró.

— No es molestia. La calle no está demasiado lejos y además tengo que comprar algo en una tienda cercana — Rogers sonrió y el corazón de Emma dio un vuelco. Sin duda se trataba del hombre que había visto en sus sueños desde el accidente.

— Gracias — susurró mientras guardaba el móvil en el bolsillo del pantalón.

Emprendieron juntos el camino hacia la dirección que Emma había tecleado minutos antes. No sabía que haría al llegar, pues se trataba del lugar en el que se encontraba un hotel en el que no tenía ninguna reserva ni pensaba quedarse. Solo había planeado esa excusa para pasar un rato al lado del hombre misterioso que la cuidaba mientras dormía.

— ¿Cómo te llamas? — la voz de la niña la sobresaltó.

— Caroline Jones — respondió sin atreverse a decir el otro nombre.

Observó de reojo al hombre que parecía decepcionado con la respuesta. ¿Esperaba que dijera "Emma"? La mujer negó con la cabeza. No podía creer que su imaginación estuviera llegando tan lejos, pero realmente podía percibir como una sombra oscurecía su rostro.

Rogers suspiró. No era ella. Tal vez el autor del libro se había inspirado en aquella mujer o se trataba de una mera coincidencia. Se sintió idiota de repente por haber pensado que un personaje de cuento podía ser capaz de escapar de las páginas de un libro y presentarse ante él en carne y hueso.

— ¿Conoces a Henry Mills? — preguntó en un intento de recuperar la esperanza.

— No... ¿Quién es? — Emma lo miró de reojo.

— Da igual, no importa — contestó el oficial con resignación.

Emma trató de recuperar el nombre de Henry Mills entre los recuerdos fragmentados de su memoria. Estaba prácticamente segura de que había leído o escuchado ese nombre en alguna parte. En la cubierta de un libro. Dos semanas antes.

— ¿Te refieres al escritor? — preguntó con inseguridad.

Rogers sintió como la emoción que había perdido hacía apenas unos instantes volvía a instalarse en su garganta con fuerza.

— Exacto, ¿lo conoces?

Las palabras salían atropelladamente de sus labios, por lo que intentó relajarse. Lo último que deseaba es que la mujer lo viera como un loco. Sin embargo estaba tan seguro de que era ella, su Emma, que le resultaba prácticamente imposible mantener la calma.

— No. Solo he visto su nombre escrito en la portada de un libro.

El oficial clavó la mirada en los adoquines del pavimento mientras caminaban. No quería perder la esperanza todavía. ¿Y si el libro solo era una señal que le había conducido hasta ella? Tal vez Henry no se había inspirado en esa mujer para escribir su novela pero eso no cambiaba los sentimientos que sentía hacia ella. Parecía que había estado durante siglos sumergido en el fondo del mar y con su presencia, al fin, podía volver a respirar.

— ¿Debería conocerlo?

La voz de Emma rompió la línea de sus pensamientos y alzó la mirada. Mantuvo la vista al frente pues sabía que si miraba aquellos ojos verdes no sería capaz de pronunciar ni una sola palabra. Simplemente se quedaría admirándolos durante horas, flotando sobre el océano en calma.

— No...solo era curiosidad. Es mi escritor favorito, bueno el escritor favorito de mi hija — Aclaró — Escribe cuentos infantiles.

— Mañana vamos a verlo en una tienda — las palabras de la niña delataron las intenciones del hombre. Si Emma le hubiera dicho que conocía a Henry, la habría invitado a la presentación que el escritor iba a realizar de su nuevo libro en un conocido centro comercial de la ciudad.

El destino que Emma había señalado en su móvil se encontraba a unos diez minutos, por lo que necesitaba encontrar rápidamente una excusa para volver a velos.

— Podría acompañaros mañana y así conozco al autor. Si tanto os gusta debe ser muy bueno.

— Es el mejor del mundo entero — declaró Leia con total convicción mientras bajaba de los brazos del oficial.

Sin previo aviso, la niña cogió la mano de Emma con fuerza. Rogers la riñó por su atrevimiento pero ella no logró distinguir las palabras con claridad. El tacto de la niña le produjo un estremecimiento que recorrió su cuerpo de parte a parte mientras una serie de imágenes se proyectaban en su cabeza como una película: una planta enorme de judías, un barco pirata, una daga, una espada con dos nombres que no conseguía leer, un libro. Intentó coger el libro pero el desvanecimiento la alcanzó primero. Emma perdió el sentido en medio de la calle ante los gritos desesperados del oficial. 

Destino o casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora