I.
Tu nombre grité, oh Edén, a los cuatro mudos vientos,
En el páramo sollozante, ignorada faz del mundo.
Clamé por ti en el umbroso vientre,
Que nos junta en innoble amasijo.
Negros cielos nos oprimen cercanos.
De pronto, un trueno se enfurece altivo,
Y un rayo enciende el velado corazón.
Pues este es valle de tormentas,
Y un tremebundo júbilo sacude las nubes,
Que al turbado no mira complacido.
Hierba no cubre el pétreo semblante,
Que al hombre ciérrase implacable.
No alza el olmo su fronda sobre el llano,
Sin calandrias el perpetuo otoño;
Pues ahoga el yermo la festiva trova,
La amplia sombra desprecia el follaje.
Tiembla el calloso suelo cuando el trueno estalla.
Terrenas entrañas sin húmedas madrigueras,
Ásperos collados sin brillante verdor,
Lúgubres celajes que ahuyentan el jilguero.
¡Tan lejano apareces, vergel de goces,
Más perfecto en la memoria habitas!
Allí, bien sé, la viña supuraba dulzura.
Fieles los olivares, el aceite inundaba las pasturas.
¡Gloria manaba tu umbroso atardecer,
Y sólo sombra advertía la falaz mirada!
II.
Cuando joven era Proteo bajo el mar,
Ágil creció en el valle una montaña.
Feroz en sus crestas y hondonadas,
Amplias cavernas guarda cual fúnebres salones.
Hacia todos lados crece su macizo cuerpo;
Late su seno entre graves timbales.
Tres ápices se elevan de la piedra coronada,
Puñales vulnerando el denso nubarrón.
Ante el pináculo, cruel barranco,
Lecho de vaporosas almas ondeantes,
Extraños sueños que se hunden en el olvido.
Entre el yermo y el abismo, elevada senda,
Mueca labrada sobre el collado estéril,
Donde se apretujan los lánguidos rostros.
En esta Duat que el hálito extingue,
Este templo de exhaustos corazones
Que apenas merman el silencio.
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Duat
PoetryEl Juicio de los Muertos, la sombría advertencia de la antigua religión del Nilo, sirve apenas de telón de fondo para una mirada a los dobleces, temores y claroscuros del alma humana que vacila frente al abismo.