Una mañana encontraron a Donato Madera entumido, lo encontraron en el petate con los ojos pelones y las manos engarrotadas.
La primera en encontrarlo fue su esposa Rosario Martínez, la mujer hizo de todo, le echo agua, lo movió, y le paso un huevo por todo el cuerpo mientras rezaba pero nada pudo desentumir a su viejo.
Angustiada y sin saber que hacer fue a buscar a su compadre Marcelino Cruz.
Rosario Martínez se apareció en la casa como un fantasma, estaba inmóvil y observaba a su compadre dormir. Sin querer asustarlo le hablo quedito.
-Compadre ayúdeme por favor, levántese.
Entre lagañas Marcelino Cruz vio a su comadre, se levantó de golpe y balbuceando, por algo ella estaba allí.
-Comadre no me diga que vino a hacerme compañía.
-No seas mal pensado, vine aquí porque mi viejo se me acaba de morir.
Aquellas palabras sacudieron a Marcelino Cruz, fue algo inesperado, como cuando te cae un balde de agua encima o como cuando el caballo te tira, así de inesperado. Y es que vivimos tan acostumbrados a las personas que pensamos que siempre habrá tiempo de despedirse.
Cuando llegaron a la casa y vieron a Donato Madera entumido el compadre no se sorprendió demasiado, quizá solo un poco pues bien ya habían sido varias noches antes de dormir en las que pensaba como matarlo para quedarse con la comadre, entonces se lo imaginaba en pedacitos después de partirlo con el machete o también flotando en el rio. Solo estaba esperando el momento adecuado pero al parecer la muerte se le adelanto, por dentro hervía de rabia con tan solo saber que él no había tenido la chance de matarlo.
-Compadre déjeme ir con el cura para que me lo libre de pecado y se vaya al cielo, quédese con el tantito.
-Mi compadre era un hombre de bien, estoy seguro que por el mismo llega pero no le haría mal una ayudita.
Marcelino Cruz se quedó solo con su compadre.
Se metió a la cocina para servirse un vaso con agua porque en esa casa siempre hacia calor, bastante calor. Desde que uno entraba se sentía como si le estuvieran quemando los pies. El infierno no era nomas porque no estaba el chamuco.
Pero había algo más, Marcelino cruz escucho una respiración tranquila entre todo el silencio de la mañana.
La comadre no podía ser porque apenas y se había ido, pero a la mera se le olvido algo y se regresó, pero siempre que llegaba a la casa avisaba que ya había llegado. No había nadie más en la casa solamente Marcelino Cruz y su Compadre muerto. Y los muertos no respiran. Pero con Donato Madera se hizo una excepción, porque estaba respirando aun entumido y con los ojos pelones. Marcelino Cruz lo vio desde lejos.
-Siempre fuiste terco Donato incluso para morirte, tanto tiempo esperando para matarte y pensar que ahora te tengo aquí, servido a mis pies.
Primero pensó en ahogarlo con una almohada porque sería lo más rápido y nadie sospecharía, pues se suponía que ya estaba muerto.
Pero Marcelino Cruz no podía desaprovechar esa oportunidad que solo se da una vez, entonces sin tener una idea muy clara de cómo lo iba a matar fue al corral para preparar un caballo de su compadre, tenía que hacerlo rápido porque en cualquier momento se podría aparecer la comadre, tan silenciosa como un fantasma.
Después de dejar al caballo listo amarrado al árbol que estaba frente a la casa, paso para llevarse a su compadre, pero no se lo podía llevar así nada más porque la gente es bastante curiosa y sería imposible no toparse con alguien en el camino que pudiera arruinarle el plan no tan bien pensado.
Así que envolvió a Donato Madera en una manta blanca tan solo dejándole un pequeño orificio por la nariz para que pudiera seguir respirando, parecía momia o niño de rosca de reyes.
El compadre era una persona muy grande y robusta, de modo que era muy difícil para Marcelino Cruz cargarlo con facilidad, incluso para envolverlo tuvo que batallar. Así que lo saco arrastrando de la casa y lo recargo junto al árbol donde estaba amarrado el caballo.
Ahora la momia tenia tierra, Marcelino Cruz pensaba como se podía llevar a su compadre en el caballo, no lo podría arrastrar porque se le iba a morir, con bastante fuerza lo cargo para intentar subirlo pero se le fue de lado y se le cayó, se dio un golpe fuerte, Marcelino Cruz se asustó y comprobó si su compadre seguía respirando, en efecto aún seguía.
Tomo aire y volvió a cargarlo por fin lo pudo subir al caballo, lo acomodo horizontal de tal manera que de un lado iban colgando los pies y del otro la cabeza, el peso no estaba equilibrado y con un pequeño descuido se le iba a caer así que lo amarrado con un metate muy bien al caballo.
Se subió al caballo y empezó a andar, no por las calles de tierra porque la gente lo vería, se metió en la maleza y aun sin saber cómo y dónde lo iba a matar siguió un rumbo no muy fijo, aun dudoso.
Vacilo un poco y tomo otro camino distinto al que ya había tomado, porque había caído en cuenta que su primer rumbo lo llevaría a Mezquitic el pueblo más cercano, se fue hacia el otro lado, el lado donde nadie sabía que había o a donde se llegaba, sería lo adecuado para matar a su Compadre.
Regreso por el mismo camino de donde se fue 13 días después con el mismo caballo y agotado de competir con la muerte, desde que se fue todo se convirtió en un martirio para él. Durante todo el camino tuvo que cuidar a su compadre para que no se muriera, para que pudiera cumplir su fantasía. Anduvo sin parar porque ni siquiera se había encontrado con algún pueblo, persona o casa y fue como para el séptimo día aun sin tener un plan que comenzó a percibir un olor rancio en el ambiente. A su compadre ya lo seguían las moscas, la manta que originalmente era blanca pero se volvió café clara por la tierra se comenzó a volver amarilla.
Entonces se detuvo junto a un rio y bajo a su compadre para solo comprobar que la muerte le había ganado. Le quito la manta, ya no estaba tan tieso, ahora estaba hinchado.
Lo acomodo en el piso y para no quedarse con las ganas le aplasto la cabeza con una roca para después echarlo al rio, rio que por cierto iba en dirección de donde el venia. No tardo mucho para que la corriente se llevara arrastrando el cadáver del compadre de vuelta a Nostic.
El cadáver llego más rápido que Marcelino Cruz al pueblo, llego desecho, irreconocible y se quedó allí para terminar de descomponerse en el rio donde todos en el pueblo saciaban su sed y sus necesidades, nadie sospecho que de alguna manera ya tenían pedazos de Donato Madera dentro de sus cuerpos.Cuando Marcelino Cruz iba llegando al pueblo a lejos lo recibió una gran lluvia de ceniza, pedazos grandes de ceniza negra caían del cielo y pintaban el paisaje. A la entrada del pueblo había un cartel que decía "No entre, aquí todos se mueren tiesos" cuando entro al pueblo no había absolutamente nadie, las casas se encontraban vacías, como si la gente hubiera querido salirse muy rápido. Se dirigió a la casa de Donato Madera donde esperaba encontrarse a su comadre para llevársela de allí y quedarse con ella pero no había nadie, después se dirigió a la iglesia y tampoco había nadie. lo único que había en el centro del pueblo era un pozo enorme donde se consumían cadáveres tiesos en llamas así como el del compadre, había de todo hombres, mujeres y niños.
Decidió seguir su camino al pueblo más cercano para encontrar respuestas de lo que había sucedido, le costó casi una hora llegar. Estaba bañado en sudor, agotado, con hambre y sed, cuido tanto a su compadre que se descuidó el mismo.
Llego a Mezquitic exactamente a la cantina que estaba en la plaza, amarro al caballo ajeno a un poste y entro directamente para sentarse en la barra, el que atendía el lugar lo vio y le pregunto.
-Se ve agotado ¿De dónde viene?
-De donde no se puede encontrar nada. -respondió Marcelino Cruz.
-Déjeme darle un jarro de agua, este se lo invito yo. Es de la mejor agua que hay, del rio que atraviesa Nostic.
