Introducción

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Las estrellas están en constante movimiento, y son demasiado rápidas para que alcancen a ser contempladas. El cielo es un manto de oscuridad. La luz del día no existe, ni tampoco las estaciones del año. Es un mundo que permanece estacionado, estancado en la rutina y en el sistema represivo de los instintos.

El aroma de las calles se siente con un intenso olor a pan, frutas y dulces: maní tostado, chocolates, helados, fresas, caramelos y manzanas confitadas.

El agua, fuente principal para el desarrollo de la vida, es de color rosa, un rosado pálido que revive las emociones y sentimientos de las personas. Sin el agua no hay amor ni deseos de existir, todo se pierde y carece de valor sin agua. El agua es la energía principal que permite que se escriba esta novela. Y en este mundo el agua es de un color rosado pálido, que muestra la verdadera esencia del sentimentalismo y de las pasiones escondidas en lo más profundo del ser.

Las grandes ciudades permanecen en un eterno ciclo de aburrimiento e infinita represión de la conquista.

(...)

Allá, en lo alto de una colina en la que se creaban los humanos a través de diversos experimentos llevados a cabo por inteligentes y poderosos animales, nació uno de los hombres que nadie conoció ni recordó jamás, pero que vivió para ser escrito a través de mi palabra, porque se engendró en mi mente, pero se desarrolló en las profundidades de los deseos de todos los seres humanos; alguien que encarna aquellos deseos reprimidos y a nuestra naturaleza más antigua y familiar, sin temor a ser descubierto ni juzgado. En una ciudad que es dominada por animales, quienes trabajan para el gran Zah, emperador y supremo conquistador de las tierras inalcanzables por la eterna lejanía, que crece cada vez más. Allí nació, en esa colina, el hombre a quien llamaron Oda.

- Bien - dijo Rovk, un sabueso que lideraba el equipo de investigación de la genética que se encontraba en la colina más alta de la ciudad -, lo han hecho muy bien, muchachos. Pueden descansar quince minutos.

- ¡Guau! - gruñeron al unísono los otros perros, con inmensa alegría en aquel tono.

Los perros se dedicaban a uno de los trabajos más importantes de la sociedad. Allí se creaban los eternos esclavos para el gran emperador Zah. Nacían bebés humanos constantemente. Una raza que se extinguió hace siglos, pero que los animales al aumentar sus capacidades intelectuales en la evolución pudieron revivir a través de la genética, logrando que los humanos se sometieran a su dominio en esta nueva era.

Aquel día habían nacido veinte niños sanos, mientras que los otros treinta restantes fueron botados a la basura, ya que habían salido defectuosos. Otros eran eliminados por juicios menos importantes, como por no ser lo suficientemente bellos como para vivir. Y los mataban si no les parecía un bebé con las correctas características que demandaba el emperador Zah.

La lista de reglas eran las siguientes:

- Debe ser perfecto en cuanto a la proporción de sus miembros, para que sean hermosos y su cuerpo cuente con la armonía que planifica la naturaleza por sí sola.

- Quienes nazcan con una enfermedad mental serán eliminados, porque así lo demanda el gran Zah, ya que los considera un impedimento para el desarrollo colectivo de la sociedad.

- Deberán nacer la misma cantidad de varones como de hembras. Si nacen de un género más que de otro, se eliminarán los miembros que sobran del respectivo género, para que queden en cantidades iguales de la misma edad.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2017 ⏰

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