Parte única

470 71 53
                                    

Miro su reloj por décima vez.

Habían pasado ya treinta minutos y no había rastros de él por ningún lado.

Suspiró cansado.

A veces maldecía el hecho de ser tan puntual sabiendo a la perfección que, de todos modos, e invariablemente de las promesas siempre lo haría esperar.

Era típico y predecible, pero, como caballero inglés que es, su deber es ser puntual muy a pesar de que el americano tenía graves problemas con la hora.

Salió de sus pensamientos al escuchar la ruidosa voz del americano llamándolo efusivamente mientras a toda velocidad corría hacia él.

Una vez frente al inglés, intentó recuperar el aliento antes de hablar apropiadamente y enfrentar a la furia caballeresca del representante del Reino Unido que lo miraba enojado.

—Lo siento mucho Inglaterra yo... Me retrasé ya sabes cosas de gobierno...yo...—intento excusarse en vano sabiendo que para el mayor no hay pretexto para incumplir compromisos previos.

Solo suspiró con resignación para voltearse y por fin entrar al tan ansiado "Disneyworld" que el estadounidense tanto le había insistido en visitar en su día libre.

El americano pareció entender su indirecta y se apresuró a llegar a su izquierda.

—No estás enojado ¿verdad? — Tentó a su suerte el representante de los Estados Unidos de Norteamérica.

—No debería sabiendo a la perfección que siempre llegas retrasado. De cierta manera es mi culpa por pensar que hoy sería el día que por llegarías a tiempo, Estados Unidos.

—Oh, vamos Inglaterra no te enojes conmigo, además te lo compensaré con lo que tengo preparado. Verás que te encantará.

—Eso quiero verlo.

Le sonrió dejando por zanjado el tema de la tardanza y, enfocándose en lo que Estados Unidos le había dicho, se concentró en la tranquilidad que le ofrecían los pocos días libres donde disfrutaban de la compañía del otro sin la vana frivolidad de una reunión.

Solo ellos. Y el amor que se trasmitían con una mirada.

Sintió la calidez de la mano el menor tomar la suya entrelazando sus dedos y por más que era reacio a las muestras de afecto en público se prometió que solo por el día de hoy se dejaría llevar por el calor de las manos del americano y se entregó por completo a la diminuta caricia y al beso robado de su mejilla que encendió un adorable sonrojo en su rostro provocando una sonrisa llena de felicidad por parte del americano.

No sabía que, días más tarde, se arrepentiría enormemente de tal descuido.

Recibió una llamada de la oficina de la reina dos días después y ya de regreso en Inglaterra.

Era usual ser llamado luego de unos días de descanso, pero apenas y había dejado sus maletas y ya habían ido a buscarlo los mensajeros de la reina que lo esperaron en el auto para llevarlo directamente con su majestad.

No pudo evitar preocuparse. Empezó a recapitular cada uno de los pendientes que tenía y que estaba seguro de haberlos dejado resueltos antes de volar a los Estados Unidos, pero no encontraba motivo para una reunión importante a menos que algo se presentará recientemente.

No había revisado las noticias el día de hoy debido a su viaje así que tomó su celular para poder repasar las noticas del día, pero en cuanto quiso desbloquear la pantalla del mismo el auto se detuvo y se vio forzado a guardar el aparato en el bolsillo de su traje.

Un caballero no debe distraerse con otras cosas cuando va a ver a la reina.

Así que decidido y algo preocupado marchó al despacho de su majestad seguido muy de cerca de la guardia real. Era extraño de por sí tenerlos a su costado cuando él se paseaba por el castillo a su antojo y todos tenían pleno conocimiento de su cargo.

Conflicto PúblicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora