Vientos mata pájaros

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Ambos hombres entraron a la habitación. Esta era relativamente pequeña, pues sólo se encontraba una cama de plaza y media algo maltratada, un velador y una ventana con delgadas cortinas blancas. Se trataba de una cabaña que la agencia de detectives utilizaba como refugio y su subterráneo funcionaba como escondite en caso de guerras, para aquellos detectives con menos habilidad física.

Hacía frío y la lluvia-Aunque se hallasen en plena velada de primavera- hacía recordar a esos antiguos días, como cuando se conocieron en mil novecientos treinta y tres, hace doce años, cuando Japón comenzaba a degradarse por la cercana guerra; Así, la nostalgia del ruido que hacían las ramas golpeando el vidrio, los conmovía de un singular modo, llevando-como si sus mentes se conectasen- el pensamiento en común de consentir los deseos del otro.

-¿Te sientes bien?-Preguntó Fukuzawa.

-Sí y por cierto, no hay nadie- Respondió Ranpo- Están todos dispersos por la ciudad, llegarán en unas horas. Yosano y Kunikida se fueron a conseguir comida para la noche, así que...

Fukuzawa asintió y antes de darse cuenta, Ranpo se estaba deshaciendo de sus zapatos de charol y sus largas calcetas blancas. Él inevitablemente se quedó viéndolo, contemplando con intriga aquellos movimientos y gestos pueriles del más joven. Realmente lo consideraba hermoso, como si jamás hubiera visto ese cuerpo antes, y fuese una grata coincidencia, por más veces que ya le hubiese acariciado, visto, e incluso se vieran mutuamente con naturalidad y desinteresados, fue quizá la lejanía del sueño o el amor, lo que le hizo sentir la sangre concentrarse entre sus piernas.

-Eres guapo- Dijo Fukuzawa observándolo de pies a cabeza, prestando cierta atención al abdomen de este.

Ranpo tenía un cuerpo interesante: Sus piernas eran parejas, con un vello casi imperceptible, tal cual eran sus delgados brazos. Era bastante esbelto, casi delicado, aunque esto no acababa de ser así, pues en su abdomen aquella delicadeza se perdía en marcas endurecidas, al igual que la pequeña línea trazada en su pecho. Su gracia jovial se hacía más presente con su piel; Clara, muy clara. Sólo se oscurecía entre sus piernas; cubría con sus manos su pene, de un tamaño bastante promedio, pero llamativo. Aunque desgraciadamente, su espalda estaba repleta de espinillas por culpa de su mala alimentación y esto desteñía su belleza.

Mientras tanto, su rostro era aún más apreciable. Había sido privilegiado con unos ojos verde esmeralda, voluptuosas pestañas y delicados labios. Tenía facciones masculinas, sin embargo, no era cargado de la dureza en su expresión. Su cabello se encontraba desordenado y mal cortado y esto parecía cortar la armonía de su aspecto... Aún así, Fukuzawa era un hombre muy desinteresado en cosas así de esa índole.

-Tú siempre me dices eso- Masculló Ranpo, sonriendo con amabilidad- Pero no me molesta nada escucharte decirlo.

-Eso está bien. Me agrada tu cuerpo-Confesó mientras se deshacía el pareo de la Yukata.

Ranpo apenas notó esta acción, se acercó hasta él, para ayudar a deshacerse del obi, dejándolo caer al suelo. Luego, tomó por los hombros la Yukata y la empujó hacia atrás, dejándola caer junto con el resto de las cosas.

Al verle, sus mejillas hablaron por él, aunque Fukuzawa no le hizo caso y acabó de quitarse sus sandalias y su ropa interior.

-Por un momento creí que deberíamos haber dejado los zapatos afuera, o podrían entrar-Dijo Fukuzawa.

Y, apunto de responder una pesadez, Ranpo no alcanzó a decirle nada, pues también se quedó a mirarlo un momento.

Su piel era dorada y sus músculos estaban completamente marcados. No exageradamente, pues ya no era el mismo soldado que hace diez años, pero eran notables, firmes y evidentemente atractivos. Le daban una voluptuosidad interesante a su figura masculina: Su espalda ancha, sus piernas firmes, aunque marcadas con estrías blancas en las rodillas, al igual que su cadera-por culpa de las dietas que seguía cuando estuvo en el ejército-. Su pene de aquellas dimensiones comunes-Más bien, americanas-, pero atrayentes, unos brazos fuertes y manos grandes, de dedos largos y ásperos, y su manzana de adán, que agregaba un interesante detalle a su aspecto; y por más imperfecto que pudiese ser, con sus estrías, su cabello de vagabundo, largo y gris, sus arrugas en el rostro y el vello- que por desgracia, empezaba a colorearse de plateado por su edad-, hacían a Ranpo impacientarse.

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2022 ⏰

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Vientos que cantan memorias [FukuRan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora