Ya llevaba un par de semanas allí. Todo lo que veía era muerte y desolación. Pero tenía que cumplir órdenes.
Ya se había acostumbrado. Los judíos eran enviados en trenes, mientras se morían de hambre. También a las caras de gas, donde se llevaban alas moribundos y débiles. Tenía que aceptar que, aunque los judíos y otras alimañas debían ser exterminados, había llegado a sentir pena por ellos. Muchas veces. Tal vez demasiadas.
Un día, le toco al recorrer el perímetro del campo, porque le habían asignado cuidar de que los prisioneros no estén vagando por allí. La orden fue clara: Prisionero holgazaneado, balazo en la nuca.
No es que no hubiera matado ya un par con su revólver, pero todavía le quedaba la canción, después de verles caer de un solo golpe. Algo en su rostro les aterraba.
Entonces se fijó. En la baranda de madera de rodeaba una parte del campo, se había quedado quieto uno de los prisioneros.
Parecí estar tomando aire, y Otto pudo saber el porqué de su cansancio. Había ladrillos tirados por doquiera cerca de sus pies. El chico no había podido llevarlos.
Se veía demasiado joven desde su Angulo. Casi un niño. Solo por eso, le llamo antes dispararle.
-Oye, tu ¿Qué crees que haces? ¡Arriba!
El niño levantó la cabeza, volteo temblorosamente. No debía pasar de trece años, o tal vez se veía sí por su extremada delgadez, debido al hambre, o por el tiempo que debía estar en el campo. Era rubio, y eso Otto lo sabía, porque, a diferencia de otros niños judíos, no le habían cortado el pelo a rapé y se notaban unas hebras hermosas llegando hasta cubrir sus oídos.
Y sus ojos. El soldado nunca había visto ojos más intensos que aquello, aun con el dolor de estar cargando ladrillos. Eran de un verde esmeralda intenso.
Inolvidables.
Sin saber porque, no le lanzo el balazo que merecía.
-¡Tu nombre!-le gritó. El joven apenas si podía contestarle, pero lo hacía de mala manera. Era evidente.
-Yuri...
Le iba a ladrar otra cosa, aunque en el fondo no podía, estaba sorprendido por la fuerza de la mirada de Yuri, cuando, de repente, apareció un joven moreno corriendo hacia donde estaban ellos.
Se puso protectoramente al frente del chico que se llamaba Yuri, y sin temor a nada, miró con oídio a aquel soldado que le había gritado.
Aquel hombre moreno parecía tener la fuerza de un animal.

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Lo que vio Otto Schneider // OTAYURI
Historical FictionEsta es la historia de Otto Schneider, un soldado nazi cuya primera misión fue la de vigilar a los prisioneros de un campo de concentración. No sabía que allí, conocería a un precioso niño judío, al misterioso joven que le acompañaba y el secreto qu...