Parte 1.

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Nota: Esto es lo que ocurre cuando dejo correr mi imaginación. La historia no es muy larga pues la forma de narrar es apresurada. No si les gustaran mis ideas ¡Pero disfruten!

Gael Harrison Potter se trataba del segundo heredero de la línea principal de los Potter. Su hermano Fleamont es cuatro años mayor, y fueron presentados el día en que nació.

Recordaba la primera vez que abrió los ojos en esta nueva vida. Estaba confundido, todo era borroso y sentía como si se hubiera olvidado de algo importante. Fue en ese momento que una mancha oscura apareció ante él. Era un niño, no podía ver con claridad sus facciones pero sí distinguió su cabello negro.

Antes de que pudiera pensar en nada más, escuchó la voz de un hombre mayor que aunque no sonaba de manera clara, logró entender lo que decía.

-Mira, Fleamont. Este es tu hermano menor.
-Gael Harrison. -La voz de una mujer resonó en su espalda, no se había dado cuenta que estaba en el regazo de ella.
-Es muy... -Las palabras del niño no fueron claras.
-Ya crecerá. -Fue la respuesta del hombre.

Ese era su primer recuerdo en esta nueva vida, pudo entender que era un bebé recién nacido. No pensando mucho en ello se quedó dormido.

Harry recordaba parte de su vida pasada, o futura, como quiera que quisieran mirarla. Ser el niño que vivió, sus tíos, amigos y a Sirius y Remus.

Así que cuando despertó y seguía siendo un bebé, se sintió muy desconcertado. No sabía cómo había llegado a esta situación, no recordaba nada más lejos de unos años después de matar a Voldemort.

No se sentía nada como un bebé, y le costó aceptar toda esta situación. Pensó que tal vez solo estaba soñando, pero todo era muy real y los días pasaron sin dejarle más opción que aceptarlo.

Todo eso lo llevó a su siguiente dilema, era vergonzoso ser un bebé. Envidiaba a todos aquellos niños que olvidaron toda esta fase de su vida, nunca entenderían lo extraño que es.

Tenía que usar pañal y no podía controlar si vejiga, dependía de los demás para todo. Y no le hablen de comer. Ser amamantado fue toda una experiencia, una muy incómoda experiencia. El no poder moverse ni hablar era suficiente para volver loco a alguien cuerdo.

Pero dentro de todo lo que conlleva ser un bebé, aún así llegó a amar ser un bebé. Sentirse protegido y amado, todo el calor que fue brindado a él.

Todo eso era bueno.

Cuando Harry cumplió 3 años, sus padres ya tenían muy en claro que había algo extraño en él.

Caminaba con rectitud, sin los clásicos tambaleos de un bebé. Dejó los pañales antes de que se dieran cuenta y estaban convencidos de que sabía leer. Aún no hablaba con claridad, pero sus balbuceos eran suficientes para que todos lo entendieran.

En este punto fue evidente para sus padres que Harry era un niño muy listo para su edad. Un genio entre genios, de hecho.

Esto emocionó a sus padres, que estuvieron orgullosos de probarle al mundo que su hijo era un genio.

Harry decidió complacerlos, y aprendió a hablar con fluidez a los 4 años. En cuanto esto ocurrió le contrataron tutores que se encargaron de enseñarle modales y escritura. Harry los sorprendió gratamente al ser muy bien portado.

Pero aún así, cuando no le apetecía hacer algo, se escabulle de todos los adultos en un lugar donde solo su hermano mayor lo podía encontrar.

A veces los dos hermanos discutían, otras peleaban y se jugaban bromas pesadas. Pero los hermanos se llevaban bien y se cuidaban mutuamente, hablaban e incluso tramaban travesuras juntos.

Renaciendo en 1925.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora