Mi vida era normal, siempre creí eso. Crecí en un hogar disfuncional como otros. Pero siempre sentí que era alguien que debía algo. No era parte del equipo de fútbol, y nunca me veían para jugar. No era el más alto, ni el musculoso, ni el dueño del balón. En clases no sobresalía con mis notas, y en casa no era muy notoria mi participación. Pero llegue a entender algo cuando la vida así me lo presento delante de mis ojos. Comprendí la enorme diferencia entre:"casa y hogar". Una casa no es un hogar. Cualquiera puede tener una casa, pero no cualquiera construye un hogar. Yo tenía una casa con personas adentro, pero nada parecido al hogar. Al rato después nunca supe de mi padre. Tampoco hice las maneras necesarias por buscarlo. Supongo que su ausencia la vi venir y él necesitaba irse.
Observaba la vida de la forma en que lo ve un ciego. A veces me tocaba fingir, por cuestiones estratégicas. Fingía sin dolor. Yo era alguien que no era muy familiar con las personas. No era muy simpático, ni chistoso. Eso me costó chismes de oposición, bromas, regaños y algunas discusiones que terminaron en peleas. Creo que esa fue una de las razones por las que decidí seguir siendo yo, y lo que hoy soy: "el dueño de mi propia libertad". Buena o mala para ellos, pero es mi libertad. Supongo que mi desierto no se notaba en la mirada, y tampoco los continuos terremotos que a diario afrontaba. En todo caso, yo sabía el peligro que podía ocasionar con ese tipo de gente de etiqueta a mí alrededor.
Crecí, quería crecer, y se me dio. No de la forma esperada, pero allí estaba de frente a una realidad cruel, miope, que pedía a gritos desesperados una acción. Así que sin remedio alguno, me fui de casa. Me preparé para irme, no fui por una emoción momentánea. No lo hice irresponsablemente. Me fui calculando los riesgos notorios a la vista, y de los que podía padecer. Sabía bien que la nostalgia de dejar unos hermanos que luchaban, y una madre, era lo que podía hacerme quedar en casa, pero era estar con ellos o cambiar el destino de mi vida, y ante eso no tenía otra alternativa que marcharme y luchar contra mí y contra todo lo que hay delante de mis ojos. Cuando estaba listo económicamente, trague en seco, y sin anunciar nada cargue mi maletín de cosas y me fui en el amanecer de un solo golpe, total el dolor no lo iba a fingir delante de ellos, así que me fui sin mirar atrás. Tome el autobús que duró casi diez horas en carretera y llegué a uno de esos lugares que no conocía mucho, y que nadie me conocía.
En aquellos meses fueron duros. Uno extraña todo, y aunque conversaba con ellos por chat, y videollamada me di cuenta que la soledad me amenazó de frente. Me dijo que era más fuerte que yo, y que no intentara nada, que no me opusiera a su poder y a sus intereses. Que ocultara mi ridícula idea fugaz de valentía, y mi eterno juego de libertad que nunca había tenido. Me fui quedando solo con la rutina. La soledad tomó casi toda parte de mis actividades. Y tengo que escribirlo de ese modo: "La soledad al principio es agradable, como una canción favorita, como un silencio de amor, pero luego; luego es peligrosa y difícil de sacar, porque es totalmente posesiva y poco tolerante. La soledad, o en este caso específico, mi soledad era fruto de ausencia, y un poco de fracaso, de intentos fallidos, de relaciones densas, opacas. Y sin ser experto en las soledades, es cruel este tipo de soledad, porque uno no alcanza a llegar a un entendimiento puro de ella, diría que uno no está muy consciente de ella al mismo tiempo con el mundo que se batalla a diario".Hay algunos momentos en que la soledad es una buena amante. Diría que era feliz con ella. Casi rey, casi héroe, casi invencible. Tenía música de Spotify, películas por doquier en Netflix, una cama grande, con tres almohadas, internet, una nevera con su caja de Smirnoff, paquetes de panes y suero crema. Coca-Cola, galletas de mantequilla y mermelada, una silla para leer, una cafetera recién comprada, y una ventana con vista al malecón. Una bicicleta con ocho velocidades, y unos cuantos billetes sobre el armario a causa de mis trabajos en diseño y composición. Entonces digo que la soledad no es tan maligna, no es tan. . Es un país engañoso, tal vez solo sea eso. Y tal vez, parezca extraño, pero para mí, es sinónimo de sentirme al menos bien por un rato. Pero ok, sí, estoy solo.
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Fragmentos de una historia
AdventureCuatro capítulos donde un chico llamado Ben, va en busca de su libertad huyendo del amor. En eso encuentra un nuevo hogar, unas nuevas circunstancias que lo obligan a tomar decisiones.