[único]

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La zona espesa, boscosa y verdusca iluminada nada más que por el intenso resplandor de la Madre Luna se abría paso violentamente a medida que Jongin corría a través de la selva. Un olor a pelaje sudado se mezcló con la noche y pronto resolvió que se trataba de sí mismo. Estaba cansado; sostenido sobre sus cuatro patas en una persecución apoteósica, Jongin se sujetaba a la idea de que merecía totalmente la pena el esfuerzo sobrenatural que estaba haciendo, una recompensa mayor se avecinaba y casi podía sentirlo reverberar en su piel, quemando como lengüeta de fuego, haciendo mella en cada extensión de tierra que comprendía aquel lugar.

No tan lejano escuchó el crujir de las ramas, olores volviéndose a fundir en la noche, y el característico aullido de lobos arropando la zona. Debía correr tan fuerte y veloz como sus piernas le permitieran, e incluso, sobre-exigirle porque el regalo de la Luna Llena se podía morder, saborear, y era un sabor adictivo, como a café amargo y un rico pastel de manzanas.

Jongin no tenía miedo aunque la penumbra del bosque se acrecentaba, donde los árboles abarcaban de manera tal que ni la Luna pudiera derrochar su esplendor, no sentía temor de los lobos persiguiendo su celaje para seguir amendrentando su carne, para rasguñar con sus pezuñas y para morderle con sus filosos dientes. Jongin tenía heridas en todo su cuerpo lobezno y el proceso curativo natural avanzaba lento porque no se encontraba en reposo, pero, aún en las vicisitudes, no se detuvo y no dejó de correr a cuatro patas ondeando con fervor la bandera de la valentía porque como ha venido estado diciendo, las dádivas de la Luna eran muchas, todas las que Jongin necesitaba.

Su vista sagaz estaba en la mira, ayudaba que su pelaje fuera especialmente oscuro porque como camaleón, podía mimetizarse con la madre naturaleza, le agradecía a su vista veinte veinte, a sus ojos de un marrón chocolate que algunos decían, era penetrante porque con ellos podía observar en el espesor de la noche. Su contextura le ayudó a salir de muchos aprietos y esta vez no sería la excepción, mucho menos ahora que tenía un propósito mayor.

Seguía enfocado en la meta, herido y cansado, pero decidido, el recuerdo de unos ojos azul intenso no se perdía de su memoria. La silueta grácil de un hombre pequeño pero con facciones de ángel, una piel de leche cremosa, unas manos suaves que muy pocas veces, debido a las restricciones, había tomado. En el secreto de la noche, en el rumor de la madrugada, Jongin se había encontrado con el dueño de sus suspiros, con aquel lobo de pelo espesamente negro que con sólo una mirada era capaz de llevarlo al cielo y al infierno al mismo tiempo.

Su nombre era Do Kyungsoo, y así como era agua, también era vino, y Jongin siempre se encontraba en medio eligiendo qué tomar. Cómo beber de él.

Era el hijo menor del Alfa de su manada, de un hombre tradicional pero justo; Kyungsoo era el sueño de cualquiera Alfa, fuese hombre o mujer, a pesar de ser pequeño y adorable, escondía debajo de su piel un hombre lobo valiente, coqueto y fulgurante, como la estrella más intensa en el firmamento, más brillante que la Luna que seguía a Jongin hasta su destino. Kyungsoo fue el sueño de Jongin desde que cumplió sus veinte. Intercambiaron miradas, sonrisas, ligeros pero gráciles coqueteos que no pasaron desapercibidos. Y luego, Jongin tomó el valor de invitarlo a correr en la piel de sus lobos una noche oscura, iluminada a penas por unas cuantas estrellas dispersa en el cielo.

—¿No cree que es mucho atrevimiento de su parte, Jongin-ssi? —musitó aquel, con una voz que intentaba infundir acuso, pero que por el contrario, pretendía sólo incitar a Jongin al peligro.

A Kyungsoo no le gustaban los santurrones, lo que se doblegaban tanto a las leyes, sí, fue criado bajo el rigor tradicional, pero su sangre ardía ante la clara señal de lo peligroso.

—No me parece, Kyungsoo-ssi —respondió Jongin, en el tono más formal que pudo reunir—. No hay atrevimiento en querer correr con un amigo por allí.

To Get To You → KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora