ᴠɪᴅᴀs ᴇɴʟᴀᴢᴀᴅᴀs: ɴᴀᴅɪᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴛú ❝TaeKook❞

ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ úɴɪᴄᴏ

Recuerdo muy bien la primera vez que nos vimos. Se siente tan cercano, como si pudiera viajar en el tiempo cada vez que pienso en él. Ese día iba a salir con HoSeok, quien me esperaba afuera del edificio con su auto. Habían pasado las pruebas y necesitábamos tiempo para relajarnos y disfrutar de la vida antes de enterarnos que habíamos reprobado. Aunque él tenía más probabilidades de pasar ya que, en la prueba, se había sentado junto al chico de excelencia de su clase. Me había dicho muchas veces su nombre, pero vagamente me acordaba de éste.

Ese día tú te habías mudado al lugar. No te observé por mucho tiempo, pero, por las maletas que llevabas contigo, supe que eras nuevo. Estabas de pie frente a la barra de recepción. No te acercabas demasiado a ésta y tenías tus manos sosteniendo fuertemente los mangos de tus maletas. Ibas vestido completamente de negro -o al menos por lo que pude apreciar-. Llevabas puesta una gorra negra y un cubre bocas del mismo color, mostrando solamente tus ojos, los cuales eran ligeramente tapados por tus oscuros cabellos. En ese momento me hubiera acercado a saludar y ayudarte y, probablemente, desde ese momento me hubiera dado cuenta de que eras lo que más necesitaba. Sin embargo, tenía que ver a HoSeok en cuanto antes.

Pasamos uno al lado del otro como completos extraños, pero con una historia unida por delante.

~•~

La primera vez que hablamos fue en el elevador del edificio. Era lunes por la mañana y yo iba camino a la universidad, como todos los días. Caminé por el pasillo hasta el elevador y presioné el botón de la planta baja. Las puertas ya se estaban comenzando a cerrar cuando vi tu figura corriendo hacia mí. Al igual que la primera vez, ibas vestido de negro, pero ahora con una playera blanca demasiado grande para tu pequeño cuerpo. No sé en qué momento había puesto mi pie entre las puertas, pero eso te dio tiempo para que pudieras entrar conmigo.

Estabas agitado y abrazabas tu bolso contra tu pecho. Te recargaste en la esquina de la caja de metal mientras tratabas de tranquilizar tu respiración. Yo solo te miraba desde el otro extremo, curioso de toda tu persona. A diferencia del primer encuentro, tu rostro estaba descubierto, dejando mostrar tus rosados y delgados labios. También pude apreciar tus oscuros ojos y las pestañas que decoraban éstos. Tu nariz demasiado característica y tus pómulos marcados.

— Creí que no lograba entrar a tiempo...— dijiste para ti mismo al momento en que una sonrisa de conejo se dibujaba en tu rostro—. Muchas gracias— no me miraste a los ojos, pero hiciste una reverencia en forma de agradecimiento que solo duró un par de segundos.

— ¿Por qué estás tan apresurado?— cuestioné inconscientemente. Tus ojos se abrieron de par en par y volviste a sonreír.

— Mi alarma no sonó a la hora indicada. Apenas tuve tiempo de arreglarme adecuadamente— bajaste tu mirada hacia tus ropas, y yo imité tu acción. Desde mi punto de vista, te veías perfecto incluso cuando no te habías «arreglado adecuadamente». Pero supuse que eras una persona algo perfeccionista—. Ni siquiera he desayunado— hiciste un pequeño puchero, el cual enterneció mi corazón.

— Eso suele sucederme— comenté—. A veces llego a la universidad en pijama— eso hizo que soltaras una pequeña risa, provocando en mí una de mis sonrisas cuadradas.

Ambos salimos del edificio juntos. Miraste el reloj de tu muñeca, te despediste y te fuiste corriendo por la acera.

Ese día descubrí dos cosas: uno, habitas en el mismo piso que yo; y dos, tu sonrisa era la más hermosa de todas.

~•~

Nos veíamos todas las mañanas en el elevador. Las primeras veces eran de forma inconsciente, pero con el paso del tiempo eras tú quien me esperaba afuera de éste. Incluso si eso significaba llegar tarde a clase, pues nuestros horarios eran diferentes. Y aunque yo insistía con que no tenías que esperar, tú te excusabas con un «no te preocupes, hyung, le pediré los apuntes a mis compañeros más tarde».