1. Despertar

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Sarah despertó en un día normal, como cualquier otro. Como de costumbre, hizo dejar de sonar el despertador que dejaba bajo su almohada, ya que solía quedarse dormida casi todos los días de clase. Tras frotarse los ojos unos segundos y quejarse sobre tener que madrugar, volvío a taparse con las suaves y delicadas mantas de la cama. 

La luz del sol penetraba por los pequeños agujeros de la persiana, que chocaba con el preciado móvil colgante colocado en una esquina del techo y hecho con cristales regalados por Pablo, llenando su cuarto de cientos de colores preciosos. Azul, rojo rubí, verde esmeralda, naranja intenso, cian... A pesar del esfuerzo que suponía para Sarah levantarse todos los días, ese era uno de sus momentos favoritos del día. Siempre que ve esos mágicos colores no puede evitar las lágrimas. 

Tras varios minutos, intenta levantarse. Le cuesta. Su cuerpo pesa. Siente una enorme sensación de fatiga y un fuerte dolor de cabeza. Al llegar al baño, se mira al espejo. Su pelo castaño estaba encrespado, sus ojos hinchados y aún no podía creer las notables ojeras que tenía provocadas por sus multiples noches en vela y por el insomnio.

Su rostro impresionaba a cualquiera. Ojos verdes, labios carnosos, delgadez extrema... Cumple todos los cánones que la sociedad rige para ser, según ellos, "guapa". Aún así, Sarah no puede evitar ver un monstruo cada vez que se mira al espejo cada mañana, espejo que estaba roto por la esquina superior derecha, ya que lo había golpeado bastantes veces en sus ataques de histeria...

Tras esto, comenzó a darse una ducha. Al salir se vistió deprisa. Se le estaba haciendo tarde.

No desayunó. Se limitó a ponerse su falda de volantes negra y sus gafas de sol. Sarah siempre lleva gafas de sol. Las gafas de sol redondas ya eran un símbolo. Un símbolo de su personalidad, al igual que lo son las medias negras y el pelo alisado. Pequeños detalles que hacen que siempre llame la atención entre sus compañeros y amigos. Salió por la puerta de su casa con mucha prisa y estaba preocupada, tanto que hasta olvidó su libro 'Las súbditas de Rhiannon'.

Media hora después de levantarse ya estaba de camino al instituto. Tardaba como unos cuarenta minutos en llegar al instituto porque siempre se desviaba del camino para poder visitar el gran parque de la colina, Karveris. Tras cruzar el parque y caminar un kilómetro más, se encontraría con el instituto. 

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⏰ Última actualización: May 13, 2014 ⏰

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