Ceguera corporal

Capricho.

Me desnudé ante vos, te regalé mi voz y partí.
Por no encontrar una manera más amable de atacarte.
Por no tener una estrategia más rentable.
Para ganarle a este hambre de besarte.   

Sobre el pasto descansa mi "pensar en vos", como le gusta mirar el cielo, como le gusta escuchar escuchar tu voz.

Tal vez no hay posibilidad de compartir lunas y cielos sentimentales...
... reflejos de rostros en el mar, todavía no reconozco tus ojos cuando llueven o cuando se estrellan o iluminan corazones, pero sobre el pasto descansan pensamientos... como me gusta mirar el cielo, como me cego en tu voz.

Milagroso eslabón que no me encadenó a vos.

Cadenas, premisas de una prisión donde los carceleros son reflejos de mi propia sombra, donde aquel juez es mi propia sonrisa macabra y los votantes son esos pensamientos que me acercan tóxicamente a vos.

Y bueno nene, una vez más, si querés te paso a buscar, con la birra en mano y la guitarra en otra.

Caigamos juntos, creamos que es la última vez, y vivámoslo así de intenso, pero secretamente sabemos que esta farsa se va a repetir, hasta que alguno de los dos suelte... aún sin conocer qué sería soltar.

Me faltan tus ojos y tus brazos, pero chinito, lo nuestro, es un encuentro inefable, aún cerrando los ojos te tengo cerca, aún estando a kilómetros de distancia, te siento cerca, parece que quererte acá piel a piel, es un capricho...

Pero chinito... ¿No es la magia que nos unió un maldito capricho?

¿No todo es un capricho?

¿No?

Te veo en la sierra, te veo en mis piernas.
Cantame un poco y te mimo, después de Spinetta, tu voz y los atardeceres.

No dejes nunca de ser, porque eso me pone inquieta cuando estoy un poco quieta.

Bendito capricho ese el de unirnos en la intensidad del destino.

Ese que de un momento de une para siempre, y como dicen otros tantos, el para siempre, siempre se termina y te desarma enteramente.