Cuando tenía cinco años, asistí a una escuela primaria que, hasta donde podía entender, estaba enfrascada en la importancia de aprender por medio de la actividad. Era parte de un programa nuevo diseñado para posibilitar que los niños se desarrollaran a su propio ritmo. Para facilitar esto, la escuela alentaba a los profesores a que confeccionaran planes de estudio inventivos. A cada profesor se le daba la libertad de crear sus propios temas, los cuales estarían en efecto por la duración del año, y todas las lecciones de las diversas asignaturas estarían diseñadas con el espíritu de este tema. Los temas recibían el nombre de «Grupos». Había cuatro grupos: Espacio, Mar, Tierra y Comunidad —el grupo en el que yo estaba—.
En los grados prescolares de este país no aprendes mucho además de cómo atar tus zapatos o cómo compartir, así que la mayoría no es memorable. Solo recuerdo dos cosas con claridad: que yo era el mejor para escribir mi nombre de manera correcta, y el Proyecto Globo, que había sido la marca distintiva del grupo Comunidad. Era una manera lista para mostrar la forma en la que una comunidad funcionaba en un nivel muy básico.
Quizá has escuchado de esta actividad. Un viernes al comienzo del año, llegamos al salón y vimos que había un globo inflado con helio atado a cada uno de nuestros escritorios. También había un marcador, un lápiz tinta, un pedazo de papel y un sobre. El proyecto consistía en escribir una nota, ponerla en el sobre y atarla al globo, sobre el cual podíamos hacer un dibujo si queríamos. La mayoría de los niños comenzaron a batallar por los globos porque querían diferentes colores, pero yo empecé con mi nota, pues había pensado mucho sobre ella.
Todas las notas tenían que adherirse a una estructura vaga, pero se nos permitía ser creativos dentro de esos límites. Mi nota decía algo como esto: «¡Hola! ¡Encontraste mi globo! ¡Mi nombre es [Nombre] y asisto a la Escuela Primaria _______________. Puedes quedarte con el globo, ¡pero espero que puedas escribirme devuelta! Me gusta Mighty Max, explorar, construir fuertes, nadar y mis amigos. ¿Qué te gusta a ti? Escríbeme pronto. ¡Aquí tienes un dólar para el correo!». En el dólar, había escrito «PARA LAS ESTAMPILLAS» a lo largo de la parte frontal. Mi mamá pensó que era innecesario, pero yo pensé que era brillante.
La maestra tomó una fotografía Polaroid de cada uno de nosotros con nuestros globos y las pusimos en nuestros respectivos sobres junto con la nota. Ella también agregó otra nota, que asumo que era para explicar la naturaleza del proyecto y el agradecimiento a cualquiera que decidiera participar en escribirnos y enviar fotos de su ciudad o vecindario. Esa era toda la idea: crear un sentido de comunidad sin tener que salir de la escuela, y establecer contacto vigilado con otras personas.
Por las siguientes dos semanas, las cartas empezaron a llegar. La mayoría vino con una fotografía de diferentes puntos de referencia, y cada vez que una carta llegaba, la maestra la fijaba en el gran mapa que utilizábamos para señalar de dónde había llegado la carta y cuánto había viajado el globo. Era una idea muy inteligente, porque en verdad ansiábamos ir a la escuela para ver si habíamos recibido nuestra carta. Durante el curso del año, apartábamos un día a la semana para escribirle a nuestro amigo por correspondencia, o para escribirle al de otro estudiante si nuestra respuesta no había llegado. La mía fue una de las últimas en llegar. Ese día, entré al salón y miré a mi escritorio, pero una vez más no vi ninguna carta esperándome. Tan pronto como me fui a sentar, la maestra se me acercó y me entregó un sobre. Debí haberme visto muy emocionado, porque cuando estaba a punto de abrirlo, ella puso su mano en la mía para detenerme y decir: «Por favor, no te pongas triste». No entendí a qué se refería; ¿por qué estaría triste ahora que mi carta había llegado? Inicialmente, me encontraba desconcertado de que ella siquiera supiera lo que había en el sobre, pero ahora sé que los maestros, obviamente, veían el contenido para asegurarse de que no hubiera nada inapropiado. Cuando abrí el sobre, supe a qué se refería.
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Amigo Por Correspondencia [COMPLETO]
HorrorPenpal (Amigo por correspondencia) es un creepypasta de seis capítulos extensamente popular y aclamado por los lectores, siendo uno de los creepypastas más enigmáticos que existen. Fue escrito originalmente en inglés por Dathan Auerbach (1000 Vultur...