Algún día de la semana, muchos años después...
Había algo extraño en festejar la boda de mi hijastra: otra boda. Mariana pensó que sería sensacional hacer una boda doble, junto con su amiga Amanda. Claramente no sabía que la chequera de su padre lloraba un poco, pero no había nada que no le fuera dar a ella, como a su hermano Rodrigo.
Era el día, y, claramente, todos los preparativos estaban listos. La iglesia, el catering, los vestidos, los trajes. Casi recordaba la mía junto a Lautaro como si hubiera sido ayer, pero eso hacía ya bastante tiempo fue. Me sonrojé y acaloré al recordar la noche que tuvimos después de la boda. Mamma mia!
Caminé por el pasillo de nuestra casa, hacía el cuarto en donde estaban ambas amigas aguardando al momento. Detrás de mí, me seguía Rodrigo, con un mini traje que lo hacía parecer muy mono. Y, realmente, con sus cinco añitos, era un mono. En el sentido literal.
—¡Toc, toc! —gritó Rodrigo, mientras pateaba la puerta.
—Shh, Ro. Tienes que tocar la puerta, como mami te ha enseñado.
Bufó y se acomodó el traje de una manera muy graciosa, haciéndolo parecer a su padre. Tocó con la poca delicadeza que tenía y susurró:
—¿Mariana? ¿Amanda? Mami las quiere ver.
Amanda abrió la puerta, con una sonrisa hermosa, que hacía más angelical su rostro. Nos hizo a ambos una seña de entrada e ingresamos al cuarto de Mariana. Mi hijastra se encontraba mirándose al espejo, mientras acariciaba una fotografía del día del casamiento de su madre. Sonreí con pena y me acerqué a ella, alisando mi vestido de seda.
—¿Te encuentras bien, amor? —acaricié su hombro desnudo, dándole fuerzas.
—S-sí, sólo algo nerviosa. Me pregunto... —y se calló.
—¿Cómo se habrá sentido ella en su día? —asintió con pesadez. Suspiré con relajación—. Más que seguro como tú te estás sintiendo en este momento o como Amanda... Inclusive como yo me sentí cuando me casé con tu padre.
Miré a Amanda, quién estaba jugando con Rodrigo, haciéndole cosquillas.
—¿Tú sabes que nunca sustituiré a tu madre, verdad? Jamás. Yo amo a tu padre, como él a mí, pero sé que nunca olvidará a la maravillosa esposa y madre que ha tenido a su lado. Lo menciono, por si alguna vez has tenido alguna duda sobre mí —sonreí de costado para alentarla un poco.
Carcajeó un poco y me miró con los ojos un poco llorosos. Ese era su día, no podía estar fatal. Tenía que disfrutar a lo grande.
—Jamás pensaría de esa manera de ti, sería muy boluda si lo hiciera. Sé que no eres así, Yne.
—Así me gusta. Esa actitud...
—¡YNE! —gritó Amanda—. ¡Oh, por Dios! ¡Rodrigo me ha roto la cola del vestido!
Miré reprobatoriamente a mi hijo, mientras él comía los chocolates de la fiesta de solteras de Mariana y Amy, que sobraron de la noche anterior. Le di una mirada de pena a ella, realmente lamentaba que mi hijo hiciera cosas tan locas y tontas como esa.
—Amy, tranquilízate, ¿sí? Veré qué puedo hacer —mis libros de contaduría no ayudarán, reflexioné con un poco de mi mal sentido del humor.
Mariana trataba de contenerla, mientras intentaba explotar mi imaginación al límite y tratar de arreglar el desastre que había creado mi hijo, que, por cierto, ahora se estaba comiendo las golosinas de menta. Concentrándome en mi deber, noté que la cola del vestido de Amanda se había partido a la mitad unos diez centímetros. Cortarla no sería buena idea, además de que quedaría mal, siendo uno de los centros de atención del día.
—¡Lo sé!
Tomé las tijeras que estaban en el escritorio de Mariana y comencé a cortar tiras de hasta diez centímetros, con ella.
—¡No! ¡Estás arruinando mi vestido, Yne, por favor!
—Y tú te estás arruinando el maquillaje, Amy. Déjame que arregle esto y quedará como nuevo —sonreí para reconfortarla, pero parecía a punto de desmayar, así que me apresuré.
Comencé a hacer moños con las tiras y a entrelazarlas entre sí, como trenzas. Me tomó alrededor de media hora, mientras Mariana trataba de entretener a su hermano y tranquilizar a Amanda. Luego de otro rato más, me levanté algo quejosa, ya que mis años comenzaban a pasarme factura –aunque en realidad eso fue hace bastante tiempo– y dirigí a Amanda hacia el espejo de cuerpo entero que había allí.
—Mírate, estás igual de hermosa —sonreí, mientras la oía alzar una exclamación al aire, junto a Mariana—. Seré vieja, pero no anticuada, niñas.
Ambas se miraron al mismo tiempo, sonriendo y se acercaron a mí, para formar una abrazo entre nosotras. Claramente, estábamos al borde de las lágrimas, mientras mi hijo seguía engullendo los chocolates mentolados, ahora.
—Bueno niñas —sobé mi nariz, tratando de reprimir las lágrimas al mismo tiempo—. Tenemos una doble boda que festejar así que... —miré el reloj en la pared, y pegué un alarido—. ¡Andando, andando, que pensarán que los hemos abandonado! —linda rima, por cierto.
***
—Nicholas y Ethan, ¿aceptan como esposas a Mariana y Amanda? —habló el curita, con papada de sobra.
—Sí, acepto —exclamaron al unísono, sonriéndoles a las mujeres que los acompañarían de por vida.
—Mariana y Amanda, ¿aceptan como esposos a...?
—¡Sí, aceptamos! —chillaron, porque... realmente lo hicieron.
El cura papudo suspiró y miró a la cúpula de la Iglesia, mientras tomaba una bocanada de aire, conteniéndola en su gran barriga.
—Entonces yo los declaro marido y mujer. Pueden besar a la... —ambos muchachos se lanzaron a por ellas, como desesperados por sus bocas—. Joder, creo que este será mi último casorio, Dios.
Todos los invitados se alzaron en un estruendoso aplauso, mientras sentía que Lautaro tomaba mi cintura y alzaba a Rodrigo. Me acerqué a él y lo besé en los labios, con mucho amor, imitando a mis niñas. A lo lejos pude ver a Brandon y a Amber, sosteniendo a su bebé recién nacido. Claramente, desde mi venida a Nueva York, muchas cosas mejoraron y sucedieron.
Y lo agradecía internamente todo el tiempo, los siente días de la semana, todo lo que tenía y lo que estaría por tener.
Bueno... qué decir de las personas a las que les debo todo esto. No sé, les agradezco con el alma, por haberme leído y aguantado tanto tiempo que he estado sin publicar, este epílogo va para todas ustedes, chicas, que siempre estuvieron acompañando las locuras de mis tres chicas. Realmente, se los agradezco con el corazón, alma y letras :'D ¡Son lo mejor que me he encontrado hasta ahora, aunque sean un pequeño grupo que sigue mis historias, en serio las quiero, aprecio y adoro! Nos estamos leyendo en mis próximas novelas. ¡Gracias por todo!
Atte.: Lucila Martinez
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3. Cómo comenzar a enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días
Short Story¿Estarías dispuesta a arriesgarte una vez más en el amor, a pesar de lo que tus ojos ven?