Es una noche oscura, donde ni la luna, ni las estrellan salieron, inevitablemente el frío está presente, en el caserón de los Jover solo se encontraba el viejo mayordomo viendo la calle a través de la ventana, una suave llovizna comenzó a caer y a dar aquel matiz de una noche triste con pequeñas iluminarías que lo único que hacían es provocar una noche de espantos para aquellos que no lograban conciliar el sueño a estas altas horas de la noche.
Luego un ruido llama la atención al viejo mayordomo y contempla a la señorita Elena Jover, si bien se puede decir montada en su yegua blanca, pero su cabeza estaba en un costado de su yegua. Como si ella sintiera la gran pérdida de su ama caminaba con gran pesar, lentamente se fue perdiendo a la vista del viejo mayordomo, yegua y ama recorrieron el pequeño poblado mientras pequeñas gotas de vida caían en las calles polvorientas de Rioverde, todo el pueblo había estado durmiendo mientras ella se despedía de ellos, entre que la noche se alejaba y el alba se acercaba, la yegua tomó el viejo sendero y lentamente se fue introduciendo a la oscuridad del bosque, donde una neblina ligera en el piso cubría la tierra del bosque, el cuerpo de Elena cayó en aquella manta de minúsculas gotas de agua, en la entrada que, aquel susodicho destino lo tenía preparado para ella que le había conducido a un hermoso lago que nadie sabía que existía pues su espesa vegetación lo cubría totalmente, en el lomo de la yegua se quedó estampado la mancha rojiza que era lentamente limpiada por aquella llovizna, la vida de su difunta ama quedo marcada por algunos minutos como si ella misma fuera la herida a muerte, se paró en dos patas y relincho como jamás lo había echo, despidiéndose de su compañera, de su amiga, de la única persona que a través de sus ojos se miraron semejantes aun siendo mujer y animal y se echó a correr, así como huye cualquier ser para intentar olvidar lo que los ojos vieron y la piel sintió, así huyó a lo más espeso del bosque mientras que sus patas le llevaron al lago donde ella y su ama encontraron a sus corazones salvajes y donde pasaron las horas más felices de su vida, maldito y bendito cerebro que guardas todo lo hermoso que se vive y lo recuerda justo cuando sabes que esa persona no va a estar para volver a vivir otro momento igual.
Pasó la noche lanzando relinchos mientras aquella suave llovizna termino de lavar la mancha roja y en sus pómulos se mezclaban las gotas de agua con las de las lagrimas, que cuya dulce amarga agua se terminaba en los labios de la desdichada yegua, mientras la noche oscura lentamente se alejaba definitivamente despidiéndose y dando la bienvenida al alba.
En la casa de los Jover un silencio total se mantenía aunque cada uno seguía en sus funciones como si nada hubiese pasado.
Mientras que en una vieja casucha Stephan preparaba las maletas, tomaba lo más importante, la ropa más nueva; su mente se preparaba para estar junto a su amada para tomar su mamo y recorrer la vida juntos.
El mayordomo de los Jover no podía ocultar su dolor, al saber que aquella noche que acabó de pasar fue la ultimas vez que vio a la señorita Elena, aunque seguramente hubiese preferido no verla en el estado que la vio, Homero se encontraba en la mesa tomando su desayuno, sus ojos estaban más perdidos que de costumbre como si hubiese pasado la noche en vela, a su lado se encontraba la futura suegra Rubí, con delicadeza comenzó a beber su café mientras sus dos hijas aparecían en el comedor y tomaban lugar en la mesa, platicas de sus pretendientes que habían conocido recientemente era el principal tema que trataban, la mayor estaba por entablar una relación con el hijo del alcalde del pueblo, quien también era el dueño del banco de dicho pueblo, la segunda salía con el hijo del mayor empresario del pueblo, Rubí estaba muy contenta por el logro de sus hijas ya que estaba más que asegurado su futuro y el de sus hijas.
Stephan se encuentra en la estación de coches con sus maletas listas para irse y nunca más volver a este pueblo, que, aunque lo acurruco en sus días de infante, huir, escapar, correr o saltar así sea al fin del mundo vale la pena si sabes que serás feliz, Stephan mira el reloj de mano y ya son las 12:00 las horas han volado para él pero falta 30 minutos para comenzar una nueva vida, no sé si el tiempo no quiere que se vaya, o si el pueblo lo detiene haciendo una infinita espera para Stephan, huir del mundo entera para dejarse de esconderse, para poder caminar sin fingir o sumergirse en aquel bosque para ser feliz por ínfimos segundos.
Homero termina de desayunar en la casa de los Jover mientras que la policía toca la puerta, el mayordomo sale a atenderlos, los conduce a la sala de espera y en unos par de minutos se hace presente Homero, la policía le da la amarga noticia de que acaban de encontrar el cuerpo de la señorita Elena Jover. La noticia no tardó mucho en llegar a la estación de coches exactamente a dónde se encontraba Stephan, quien recibe la noticia que Elena Jover está muerta, que ya no le espere, sus ojos se apagaron mientras que las lagrimas brotaron, salió de prisa a ver si era verdad ese rumor, se dirigió a la casa policial y en ese preciso memento salía el jefe de la policía con el médico funerario para realizar la investigación de la muerte, Stephan se fue con ellos y luego de media hora de angustia y de delirar que eso no era verdad que no debía ser ella, que debe ser una equivocación, llegaron a aquel bosque a la entrada secreta donde descansaba ya solo el cuerpo de Elena Jover , todo su mundo se derrumbó sus piernas no pudieron aguantar y cayó de rodillas mientras sus ojos se volvieron fuentes de las aguas más amargas y saladas de la vida.

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Delirios de un enamorado
RomanceQue pasa cuando el egoísmo de las familias impide el amor puro y verdadero que nace entre dos individuos diferentes, que pasa con el amor verdadero luego de haber perdido a su ser amado, esta historia narra la perdida de su ser amado y los delirios...