Solo una tarde...

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Mi cuerpo temblaba, mi voz también, no podía ni siquiera decir una maldita palabra. Miré de nuevo el papel e intenté empezar de nuevo, no podía, miré al jurado quien me miraba fijamente, el del medio, negaba con la cabeza, los demás compañeros murmuraban cosas y alguno se reía de mi. Y así, es como destrocé la audición que podía haber cambiado mi vida. Bajé la cabeza, y ande a paso rápido por aquel pasillo que conectaba el escenario con la puerta a la calle, ignoré las miradas puestas en mi y algún que otro comentario. Abrí la puerta y salí de allí, llenando mis pulmones de aire fresco, me senté en el primer banco que vi y maldije en mi interior, había desperdiciado la mayor oportunidad para entrar en aquella escuela de canto que siempre había soñado, pero así era yo, no podía hacer nada correcto. Me levanté después de unos minutos y andé hacía la primera boca de metro para ir a mi casa, ignorando comentarios que hacía mi conciencia sobre lo idiota que podía llegar a ser, y en ese momento me choqué con alguien, conseguí mantener el equilibrio sin llegar a caerme, no como la persona con la que me había chocado, miré como su mochila se había abierto y todos los papeles habían terminado en el suelo, me agaché a la altura de aquel chico.

-¿Estas bien? Lo siento, no me había dado cuenta. -hablé rápido.- ya te ayudo a recoger esto.

-Mi tobillo... -el moreno se tocó el tobillo haciendo muecas de dolor.- creo que me lo he torcido, joder...

Levantó la cabeza y sus ojos azules terminaron en mi pupila verde.

-Por suerte tenemos el hospital a 500 metros, -sonreí algo nervioso mientras comencé a guardar sus cosas en la mochila.- Yo te ayudo a llegar, mi nombre es Carlos.

El sonrió.

-Blas.

Me puse su mochila al hombro y le ayudé a levantarse, le sujeté de la cintura, y como pude, le acompañé hasta el hospital, el dando saltos a la pata coja, y yo intentando no caerme.

Llegamos al hospital y se lo llevaron a una sala donde el médico empezó a hacerle radiografías en el tobillo, yo me quedé en la sala de espera aunque él, Blas, había insistido en que ya había hecho demasiado y que mejor me fuera a casa, que seguro tenía mejores cosas en hacer. Y eso no era del todo cierto, no tenía nada que hacer. Así que me quedé esperando a que saliera. En mi mente, aún seguía esos ojos azules, nunca había visto unos así de bonitos, sonreí sin darme cuenta al pensar en el.

Salió acompañado del médico.

-Es un esguince. Tendremos que escayolarle el tobillo y se podrá ir, ha dicho el paciente que no hace falta que se quede esperando.

Asentí y me quede sentado mientras el médico cerraba de nuevo la puerta, no pensaba irme.

Encendí mi móvil y empecé a jugar al primer juego que vi, pero aún seguía él en mi mente. ¿Cómo podía haberme gustado tanto en unos minutos? Negué con la cabeza, no me gustaba, solo me parecía mono, muy mono, precioso.

2 horas después, salió con unas muletas y el médico le dijo que tenía que estar así varios días, cojí mi mochila y la suya y salimos fuera de allí.

-Muchísimas gracias por acompañarme. -dijo cuando nos paramos delante de un paso de cebra, esperando que el semáforo cambiara a verde.- y quedarte esperando.

-No me las des enserio, no ha sido ninguna molestia.

Sonreí y el me sonrió de nuevo, le acompañé hasta la calle de su casa que estaba muy cerca de aquel maldito auditorio.

Nos intercambiamos el número y me despedí de él, deseando verle ya otra vez, solo una tarde había bastado para que el me volviera loco.

-Antes de irte, quiero decirte que... -sonrió Blas nerviosamente.- Bueno que me has parecido muy... mono.

-Lo mismo digo.

Sonreí y ande hacia atrás sin dejar de mirarle, crucé la calle, pero no llegué al otro lado, el pitido de un coche hizo que desconectara mi mirada de la suya, y lo único que escuché fue el grito de Blas.

Solo una tarde. |ONE SHOT.| Blarlos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora