Caso 1: El jarrón de la abuela

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Jocelyn, una pequeña niña de 9 años, juega dentro de la sala de su abuela con un balón. ¿Qué puede pasar en casa mientras Jocelyn juega inocentemente con su pelota? Pues más nada que esta no ocasione ningún daño a algo, quizá.

Jocelyn tiene el balón rebotando contra la pared de la sala, nada que entre en riesgo, pero detrás de ella se encuentra una mesa de centro con dos jarrones de cerámica italiana, uno en cada lado. La niña ha rebotado el balón fuerte contra la pared y no lo atrapó, pero nada de daño, el balón es de un plástico ligero, de esos que puedes patear muy alto sin necesidad de ejercer siquiera una fuerza promedio. Pero he aquí el problema, el balón se ha detenido debajo de la pequeña mesa. Jocelyn trata de sacarlo de ahí, y al momento de intentar de salir del reducido espacio junto son su balón, mueve bruscamente la mesa y uno de los jarrones cae al suelo. Adiós jarrón de 100 dólares. La pequeña niña se levanta asustada y al ponerse de pie mira que el adorno de la abuela se ha roto, preocupada por el grave problema que tendrá con su estricta madre cuando llegue a casa, corre a su recámara, pero antes de ello va a la puerta a verificar si no ha llegado alguien a casa, y no hay nadie mas que Klerian, su pequeña gata; la niña hace un ruido y atrae a la felina del hogar para que entre, se escabulle dentro de su recámara y continúa haciendo ruido con unas llaves. La gata atraída por el sonido, entra con la niña a su cuarto. Se mantiene ella dentro, y alrededor de cinco minutos después...

—¡Jocelyn Rivas, ¿qué has hecho?! —grita la mamá.

—¡Ay, por Dios, mi jarrón! —exclama la abuela preocupada.

—¡Jocelyn, ven ahora! —continúa gritando la mamá.

—Dime, mamá, ¿qué pasó? —pregunta la niña.

—¿Qué hiciste, Jocelyn?

—¿Por qué lo preguntas, mamá? —interpela la niña sin negar haber hecho algo.

—¿Has roto el jarrón de la abuela?

—¿El jarrón?, mamá, yo no lo rompí —dijo la niña con seguridad; y en efecto, realmente no fue ella la que rompió ese jarrón, ella sólo lo movió, pero, ¿y la gravedad en dónde queda?

—¿Cómo que no lo has roto?, tú eras la única que estaba en casa, ¿quién fue entonces?

—Mamá, cuando miré el jarrón, ya estaba roto —responde la niña; ¿recuerdan que ella estaba debajo de la mesa cuando el jarrón se rompió?, ella no estaba mirando el jarrón cuando el mismo calló al suelo.

—¿Segura que no lo tiraste jugando con tus muñecas o con tu pelota? —cuestiona la mamá entrando en duda.

—Pues, sí jugué con el balón, pero esa pelota nunca tocó el jarrón —asegura la niña, pues el balón en ningún momento pasó cerca del jarrón de la abuela.

—Abuela, ¿en dónde está Klerian? —pregunta la mamá

—No lo sé, hija, no la he visto —comenta la abuela—. ¿No la has visto tú, pequeña?

—Sí, yo estaba en mi recámara y Klerian entró conmigo.

—¿Qué no estaba afuera? —sujeta la mamá.

—Así es, y entró, pero yo no le hablé. —dice la niña sosteniendo su defensa; hizo ruido, pero jamás le habló.

—Abuela, pienso que pudo haber sido Klerian, ¿no crees tú? —comienza la mamá a crear sus propias conjeturas.

—Pudo haber sido eso —exclama la abuela—. Ya sabes que los gatos suelen estar incluso arriba de los refrigeradores.

—Sí, quizá eso fue, no sé qué pensar ahora —declara la mamá—. Perdón, hija, es que recién llegué de comprar algunas cosas y no supe reaccionar a esto.

—Está bien, mamá, no te preocupes —responde y abraza a la mamá.

—Bien, ya veré yo qué hago después, por mientras limpiemos esto y vayamos a comer, con este problema me dio más hambre de la que ya tenía —sugiere la abuela.

Verdades a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora