El Curso de Verano - Parte 1

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Era un viernes y el verano apenas había comenzado, era momento de volver a ver a mi alumna favorita, mi dulce tentación y mi cuerpo podía sentirlo, ya había pasado unas noches fantaseando volver a verla entrar en su linda falda de colegiala, estaba a unas horas de que ella llegara, así que acomode una mesa y un par de sillas en la sala de mi casa.

Ella llego y muy amablemente me saludo como de costumbre, sus labios eran tan suaves y tan dulces que habían aliviado lo mucho que la extrañaba; ella entro en mi despacho con la intención de preguntarme unas dudas sobre la asignatura que habíamos visto en clase. La verdad es que solo buscábamos un pretexto para hablar de la clase y contener nuestras ganas de tomarnos sobre la mesa, podía verlo en sus ojos.

Yo la escuchaba con tanta atención que casi solo asentía con la cabeza, aun sin su uniforme escolar ella lucia muy sexy, no podía dejar de admirar las dulces piernas que podían mostrar la falda que traía puesta, el intenso brillo de sus ojos y la movilidad de sus manos que tantas ganas tenía de sentir sobre mi piel, que comencé a perderme viendo sus labios.

Ella me miraba con una sonrisa tan cálida y seductora que sentía mi cuerpo volverse indiscreto, así que decidí sentarme en la silla y cubrir la exclamación que sobresalía entre mis piernas.

Ella me miraba de reojo y de vez en vez bajaba la mirada, evidenciando mí estado de excitación, mientras yo sentía como todo el calor de mi cuerpo se concentraba y sus pómulos se sonrojaban al verme.

"¿Quieres que lo hagamos sobre la mesa?" pensé para mí en decirle pero de mis palabras solo hablaban de la clase.

Ella se sentó junto a mí en una silla de cuero negro frente a la mesa y me interrogaba con la mirada. Yo le respondía sus dudas sin poder quitarme de la mente sus labios que tanto me apetecía besar. Fue entonces cuando acerque mi asiento y empecé a acercarme un poco más. Coloque mi mano a lado de sus piernas y empecé a mover mis dedos en señal de inquietud. Ella empezó a jugar con su pelo y no dejaba de arrojarme miradas en lo que comenzábamos a cambiar de tema. El calor de sus palabras atravesaba mi ser y me erizaba, ya no podía contenerme.

En los brazos de la silla mi dedos solo jugueteaban tamborileando. Sus palabras dejaron de ser audibles para mis oídos. Solo podía pensar en tener mis dedos ágiles jugueteando entre sus piernas, dándole placer, en aquel lugar prohibido que yo tenía al alcance a un par de centímetros.

Ella se veía nerviosa, alterada, excitada, cachonda, loca de deseo y sin saber realmente lo que hacía al igual que yo, cuando, en un impulso incontrolable, se levantó de la silla, agarro de mis manos, y la apoyo con fuerza sobre su cintura por encima de la tela de su falda.

La apreté con fuerza con mis dos manos para poder sentir su cuerpo muy cerca del mío. No quería que se moviera de allí y no lo hizo.

Durante unos segundos se quedó quieta. Yo podía sentir el calor de su piel y mi mano comenzó a deslizarse entre sus piernas. Notaba la tela de su braga humedecida. Mi excitación era tal que mi miembro se endureció, mostrándose presente frente a sus ojos, ella mordiéndose los labios empezó a disfrutar y mover sus caderas contra mi mano.

Ella no decía nada, solo podía sentir su respiración en mi cuello, mis dedos en su sexo. Dios como lo disfrutaba.

Fue entonces que empecé a mover más mis dedos. A tamborilear como lo había hecho antes en la silla pero ahora sobre su coño. Al sentir mis dedos moverse de su boca escapó un dulce gemido de placer. Yo no podía dejar de excitarla y acariciar su espalda baja.

Con mi otra mano me deslice hacia su cuello y aparte el pelo que cubría parte de su rostro, y fue entonces que empecé a besarla con dulzura, recorría su cuello con mis labios hasta sus hombros. La mano que acariciaba su entrepierna la detuve por un instante. Un "No pares por favor" se escapó de sus labios. Fue entonces que subí su falda hasta dejar sus muslos a la vista. Empecé a abrir un poco sus piernas y a apreciar sus sexys bragas de color negro y un tierno moño color lila. Para ese entonces yo estaba tan caliente.

Empecé a masajear y deslizar mis dedos sobre su coño y sentía como mis dedos se empapaban, yo la hacía gemir de placer. Luego empezó a masturbarme. Primero despacio. Rozándome. Pasando sus manos por sobre él bulto que se hacía ver en mi pantalón. Después comencé a martillear con delicadeza su clítoris y por último, haciéndola estallar en gemidos incontrolables, la penetre con dos de mis dedos.

Era tanto el placer que sentía como su cuerpo se contraía y su espalda se arqueaba buscando sentir más aquellos dos dedos. "No pares, no pares", era lo único que decía entre gemido y gemido.

Entonces llamaron a la puerta. Ninguno de los dos dijimos nada. Ella contuvo sus gemidos. Estábamos al borde del orgasmo. Necesitábamos llegar al orgasmo....

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⏰ Last updated: Nov 29, 2017 ⏰

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