CAPÍTULO II

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06.06.2016

La muñeca me dolía de tanto escribir, no parando de mirar cada por tres el reloj que había colgado en la pared. La profesora hablaba a gran velocidad, casi no dándome tiempo a apuntar todo lo que iba diciendo. A mi izquierda, Soori no paraba de bostezar, escribiendo mucho más despacio de lo que lo hacíamos el resto, estando muy atrasada. Sus ojos no paraban de intercalarse de su cuaderno al mío, terminado al final por copiarse de mis propios apuntes.

A la profesora de biología le había parecido una buena idea dictar el temario que iba a entrar para el próximo examen en vez de explicarlo, todo para que lo pudiéramos "aprender mejor". El problema era que era la última clase del día, y como comprenderán, lo último que me apetecía a las dos del mediodía era tener que hacer aquello. Mi mente en esos momentos estaba en otro lado, como por ejemplo en la sesión de fotos que tenía en unas horas, y en cómo después de que terminara mi horario lectivo, básicamente tendría que salir volando para que puedan comer y luego ir a prepararme para la sesión.

Además, hoy salir del instituto sería más complicado que otros días, teniendo en cuenta que hoy publicaban los resultados de los exámenes. Había alcanzado a ver desde las cristaleras que daban al pasillo, como uno de los profesores colgaba la lista enfrente, pero por más que entrecerrará los ojos, no conseguía a alcanzar a leer nada de lo que ponía.

Soori finalmente se cansó de escribir, terminando por apoyar su cabeza sobre la mesa. No dejaba de mover una de sus piernas con ansiedad, demostrando lo mucho que quería salir ya de ahí. Al igual que yo ella también tenía asuntos pendientes después de clase, teniendo unas prácticas de voleibol. Su bolso de entrenamiento era lo único que traía con ella de hecho, en el cual, seguramente en cuanto tocara el timbre, metería su cuaderno y bolígrafo –las dos únicas cosas que se traía a clase–, y saldría como un petardo de ella. Sabía bien que no se molestaría ni en pararse a ver las notas de sus exámenes, y que luego me pediría que se lo dijera por mensaje, al igual que me pediría los apuntes.

Unas risas sonaron a mis espaldas que consiguieron captar mi atención, girando al instante. Boo y Solyeon, se tapaban las bocas tratando de no hacer ruido, riéndose de algo que estaban viendo en el móvil de Boo. Siendo la persona tan curiosa que era, eché mi silla hacia atrás, intentando estirar el cuello para alcanzar a ver lo que estaban viendo y tanta gracia les hacía, queriendo yo también entretenerme en aquella clase tan aburrida de biología.

– Hey. De qué os reís –intenté quitarles el móvil, pero Boo fue más rápida, poniéndolo lejos de mis manos, a lo que la mire con indignación–. Oye, eso no es justo.

Solyeon se volvió a reír, volviendo a taparse la boca al instante. Compartió con Boo una última mirada de complicidad antes de pasarme a mi el teléfono. Lo tomé enseguida, viendo que se trataba de una foto de Cruella De Vil. Mire a mis dos amigas como si les hubieran crecido tres cuernos a la cabeza, no entendiendo en que veían lo gracioso en eso. Pero su reacción fue volver a reírse, pareciendo divertidas ahora por mi comportamiento. Antes de que pudiera estirar mi brazo y pegar a ambas, Boo me señaló a la profesora y luego a su teléfono. Intercale miradas entre la señora Junhye y Cruella De Vil un par de veces, hasta que finalmente me di cuenta del parecido que estas dos tenían.

Nuestra profesora de biología era algo mayor, esbelta, y con el cabello bicolor, teniendo este grisáceo debido a las canas, mientras que el flequillo lo tenía de color negro. No entendía su sentido de la moda, pero quién era yo para decidir sobre las decisiones de la gente. Pero además de esto, también destacaba por su peculiar carácter, y lo que le gustaba hacer la vida del alumnado imposible. Estaba segurísima de que disfrutaba de nuestro sufrimiento, de que se alimentaba de él. Recuerdo como una vez nos tocó a Soori y a mí limpiar los baños de chicas del primer piso por dos semanas después de que la profesora Junhye nos hubiera detenido en el pasillo por estar corriendo. En mi defensa diré que había sido culpa de Soori por haber salido corriendo con mi móvil e intentar enviarle un mensaje al chico que me gustaba, terminando persiguiéndola por los pasillos. Fueron dos semanas horribles. Las niñatas ricachonas no eran tan finas como hacían ver en cuanto al baño se trataba.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2023 ⏰

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