Liquido Carmesí

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Liquido Carmesí:

La brisa que sacudía mi cabello era tibia y galopante, pero no era molesta. Acariciaba mi rostro y enredaba mi cabello, para luego desenredarlo con una débil brisa seguida de aquella.

Escuchaba las olas golpear unas contra otras, olía la sal del océano, pero estaba tan perdida que no sabía en qué dirección debía ir para llegar a la fuente de esos ruidos y olores.

Me limite a sentir las sensaciones recorriendo mi cuerpo, la brisa acariciándome y luego azotándome, el olor al mar, el sonido del rugiente océano.

No sabía cómo había llegado allí y de hecho no me importaba, el lugar se sentía tan familiar que llegaba a asustarme.

A mis alrededores no había más que arboles. Se sentían como edificios, y también se sentía como si yo fuera una hormiga en un jardín, viendo todo tan inmensamente fuera de lugar.

Sabía que debía caminar, salir. Pero no sabía hacia donde, a pesar de que sentía que conocía este lugar. De que sabía que pertenecía aquí.

Me sentía como Alicia en El País De Las Maravillas. Donde Alicia no sabe a donde dirigirse; sintiéndose abrumada por la confusión mezclada con el terror. La diferencia es que a mí no me apareció-aún- un gato, no solo parlante; si no sonriente, que me ayudara.

Y la sonrisa de ese risueño gato era muy parecida..., de hecho, era idéntica a la luna que permanecía inmóvil sobre mí.

Giraba la cabeza y ahí estaba, la sonrisa del gato,que siempre me pareció maliciosa. No me daba más que la sensación de miedo, un mal presentimiento.

El cielo estaba nublado, pero extrañamente, ninguna molesta nube ocultaba lo poco de la luna que se podía apreciar.

El clima estaba frio, pero las brisas daban una sensación de calidez, porque literalmente, eran cálidas.

A lo lejos vi un sendero de piedras. Pero... apreciandolo bien me di cuenta que no era un sendero, era un simple camino. Solo un camino.

Ahora más que antes me sentía como Alicia.

Me acerque, dudando de si debería confiar de ese pequeño camino, o de mi instinto.

¿Pero qué otra alternativa tenía?

Quedarme aquí esperando algo -cualquier cosa- o seguir un camino que mi mente había creado en mi propio mundo.

Alterne por la segunda opción.

Total, solo era un sueño. ¿No es así?

Las pequeñas piedras eras raramente lisas y de un color turquesa intenso. Me pareció extraño, pero en cuanto quise apartar los ojos, algo evito que lo hiciera.

Aunque no quisiera, no podía sacar los ojos de esas hermosas y extravagantes piedras.
Pero tampoco quería apartar la vista.

No era la piedra en si lo que me atraía, era el brillo del color de esta. Ese brillo inusual pero a la vez familiar. Tan familiar, que de nuevo, asustaba.

Seguí las preciadas piedras hasta que el camino termino, y recién  ahí fue cuando levante la vista. Todavía media embobecida por el brillo de las asombrosas piedras.

Pero ahora ya no era ese brillo el que lograba llamar completa y absolutamente toda mi atención.

Ahora era otra cosa. Pero no lo veía, lo olía.

Cerré los ojos e inspire. No era un olor que hubiera percatado alguna vez anteriormente a ahora. Y era extremadamente exquisito, llenaba de lujuria mi interior, lanzando un cosquilleo que se expandió desde mi vientre a todo mi cuerpo.

Era dulce –extravagantemente-,  dulce. Un poco agrio pero eso hacía que el deseo estuviese presente. Si, definitivamente no había olido algo así antes y simplemente pensar de donde podría provenir ese manjar se me hacía agua la boca. Definitivamente se convertiría en mi comida favorita.

Ni siquiera pensé en cómo podía haber percibido todo aquello simplemente con el olfato.

Deje que el olor me guiara mientras el cosquilleo se extendía hasta mis pies, los cuales parecían pesados pero mi cuerpo se negó a detenerse, queriendo encontrar lo proveniente de ese increíble olor.

Y de repente lo vi. Un pequeño lago justo frente a mí.

Si,  de ahí provenía el olor.

Pero no era un simple lago. No había agua, en su lugar, un líquido color carmesí remplazaba ese líquido transparente.

El carmesí brillaba como si tuviera diamantes impregnados sobre si, brillando al compas de la luna.

Al principio me pareció extraño, pero no estaba en estado de pensar en ello. El olor me tenía fuera de conocimiento.

Se había hecho cada vez más y más intenso, y antes de que quisiera darme cuenta, estaba caminando hacia el lago de liquido carmesí.

Me arrodille, raspando mis rodillas, pero eso tampoco importo.

Mire el carmesí por segundos, anonadada. Era imposible creer que ese pequeño lago me tenía así de eufórica. Pero era lo que sucedía.

Lleve mi mano hacia la orilla del lago y no dude en meter los dedos.

Era espeso y cálido. Sentí un cosquilleo en mis dedos, que  luego corrió por mis manos hacia mis brazos y así con todo mi cuerpo.

Cerré los ojos, llena de placer mientras sentí mi ingle arder. Esa sustancia me estaba torturando de lujuria y placer.

Y ahí fue cuando sentí la necesidad y el querer saborear aquel liquido carmesí.

Acerque los dedos a mis labios temblorosos,  secos y entreabiertos, los cuales rogaban por rosar ese líquido.

Mis labios querían quedar pintados de aquel carmesí, mi boca quería llenarse hasta atragantarse de aquella sustancia, mis papilas gustativas querían sentir y desear cada vez mas ese liquido hasta empalagarme. Si acaso eso era posible.

Pero antes de que pudiera sentir el sabor, antes de que la tortura por la que estaba pasando y la lujuria terminaran, algo sucedió. Algo se me fue arrebatado y sentí como me tomaban y me llevaban lejos. Alejándome de aquella exquisita sustancia, de aquel liquido carmesí inigualable del cual provenía ese dulce y deseoso olor. Arrebatándome la sed de aquello.

Y desperté.

 AUTORA: Natasha Piñeiro. 

Fecha de publicacion: 14 de Mayo, 2014.

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