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Esa lápida,

estable, segura,

resuelve todas las dudas

de la verdad cruda.


Esa mirada,

ya inexistente,

la siento en mi hombro,

aferrada, presente.


Esa sonrisa,

ya sin efecto,

ha continuado

en mi recuerdo.


Ese carisma,

alegre, intenso,

conmovía mis días

y noches de infierno.


Pues tú ya verás

mi querido amigo,

que tu ausencia hiriente

no me hace inocente.


Pues tú ya verás

mi difunto amigo,

que sobrevaloré mi vida

llevando la tuya a la muerte.

Entre mil nubes blancas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora