En otra vida

Empezaba así... años después de la “Restauración de la Humanidad"... así lo llamaban en los libros.... Muchos. Muchos años.

Septiembre, 18, año 307 después de la restauración.

La humanidad lo logró...

—Denle la bienvenida a la nueva alumna, su nombre es Mikasa. Viene desde lejos...-Graznó el profesor.

Ojos verdes.

—Esperamos que tengas una buena estancia aquí.

Pelo castaño.

¿Eran recuerdos? No... algo más bien como... un Dejà-vu.

Asentí.

Creía haber vivido toda una vida con el... pero ¿Como podría ser su nombre?

...

Su nombre.

—Bien, señorita, por favor, siéntate al lado de Arlelt.

El profesor me señaló el asiento contiguo  al suyo. Del otro lado unos ojos profundos y claros me miraban sonrientes. Eran familiares. Eran amigables.

Me senté.

Vestía una bufanda roja sobre el uniforme escolar.

“Tengo frío... ya no tengo a dónde ir".

La frase me vino disparada a la mente.

Un sueño. Era como un sueño lejano.

—Hola-, dijo algo serio-. Soy Eren.

Eren...

—Soy Mikasa, encantada.

Le Sonreí.

—Él es Armin-, señaló al chico sentado al otro lado.

—Encantada.

—Igualmente, Mikasa. Y bienvenida.

—Gracias-, volví a sonreír.

Eren... ¿no? Era un completo desconocido... pero parecía que hubiera pasado miles de vidas a su lado y que nunca fuera suficiente.

Era algo tan Familiar... estaba tan cómoda.

Me miró durante toda la mañana. Me sentí sumergida en aquellos ojos verdes aguamarina. Profundos. Brillantes.

Y yo... Yo le devolví cada una de las miradas en las que él me encerraba.

Al final de las clases de la mañana fui interrogada por todos...

¿De donde eres? ¿Te gusta el mar? ¿Qué quieres estudiar? ¿Cual es tu color favorito?...

Había un par de parejas. Una de ellas era especialmente graciosa... ella, con su coleta ondulada caoba le daba de comer con un cubierto al chico... de pelo muy corto. Se reían juntos y se miraban con profundo cariño... parecían nacidos para estar juntos. Había dos chicas también que parecían no despegarse la una de la otra. Y una pareja... una pareja muy unida... ella tenía una amable sonrisa y la realidad de la inocencia escrita en los ojos, llena de pecas y de piel muy blanca. El tenía con la cara alargada y una sonrisa algo socarrona para mi gusto.

Me reí con ellos. Parecían todos tan amables...

Desde una esquina del aula... él me encerraba aún en sus ojos.

Y yo tampoco podía dejar de mirarle.

Era como un sueño... Algo que recuerdas de un sueño lejano.

Recogí mis cosas en la taquilla y dejé algunas otras.

Afuera... el aire olía a limpio y a mar... empezaba a caer el atardecer y los rayos dorados lucían en el hall de entrada donde la puerta estaba abierta, apoyada sobre la pared.