Tenemos la esperanza de que este año, por fin, si podremos ver a Santa, y es posible porque El Grinch ya está entre nosotros anunciando su llegada. El “Verdipeludo gruñón”, no es cuento, es tan conocido en la navidad venezolana contemporánea, como los Tres Reyes Magos o Rodolfo el Reno. Ya es costumbre verlo aparecer disfrazado de rojo poco antes de la fiesta de navidad anunciando con mucho ruido y su falso Jojojojo mientras recoge peticiones por aqui y por allá, se hace pasar por el viejito pascuero, mientras promete traer muchos regalos, para ocultar sus verdaderas intenciones, pues viene dispuesto a robar, no sólo los regalos, sino también los sueños, la alegría y la propia existencia de la navidad.
Curiosamente este Grinch criollo, también nació de la pluma de un periodista, pero no como el original que era de Springfield (ojo no es la ciudad imaginaria de los Simpson), sino donde vivía Theodoro Seuss, quien más que un hábil caricaturista y escritor era un visionario, tuvo que ser así, porque se anticipó proféticamente y publicó en 1957 la obra titulada “Cómo el Grinch robó la navidad” considerada hoy un clásico mundial de esta festividad. Como yo lo veo, se asomó al futuro porque pareciera que en Venezuela a cada Santa le toca su Grinch. Hoy les quiero contar brevemente mi versión de este cuento, y que me perdone Seuss, el parafraseo.
Hace mucho, mucho tiempo, una familia campesina salió de su pueblo en busca de mejor vida, a bordo de una vieja carreta, tirada por el burrito sabanero, cuando de repente vino un ventarrón que empujó la cuna donde viajaba el nené. La mamá no se dio cuenta de lo ocurrido y siguió su camino tranquilamente. Ese trágico día el niño perdió a su madre, así que fue luego adoptado por dos viejas verdes que lo recogieron del camino. El pequeño hablaba mucho, comía y crecía eso era costoso, así que cuando se hizo grandecito tuvo que ayudar a las viejas verdes, vendía conservas por las polvorientas calles. Las viejas verdes, envidiosas, pichirres y malucas como eran, no lo dejaban jugar y por eso se volvió poco a poco cruel y egoísta además de parlanchín. Desde chiquito ya era travieso, sádi
co, pero no tanto como se volvió después. El Grinch era tan malo, tan malo, que nadie quería saber de él, en su escuela no tenía amigos, él quería que lo escucharan hablar, hablar y hablar a toda hora, pero sus compañeros de clase se burlaban de él por embustero y fastidioso.
Un día cansado de burlas, se mudo a vivir solito en un cerro cercano, bueno ni tan solo, se fue con su perro Marx, ahí estableció su cuartel prisión y renunció a la navidad, al mundo, a la gente de la ciudad. Así creció y creció acumulando rabia, poniéndose verde, muy verde y con tantos deseos de venganza que sus ojos enfurecidos parecía dos llamas amarillas. Obsesionado por el odio, le gustaba vestirse de rojo en Navidad intentando que lo confundieran con Santa, sólo para robarle los regalos a los niños y hacerlos llorar.
Inocencia, era una muchachita de la ciudad, supo de la existencia de el Grinch y se propuso hacer su buena obra, rescatándolo de su cuartel prisión en el que se habia autoexiliado este oscuro personaje. Un día decide que él sea su invitado de honor en la tradicional fiesta de la paz que se hacía antes de navidad. Inocencia, subió hasta el cerro para llevarle la invitación y el Grinch la insultó, porque era muy grosero, la corrió de su casa, mientras Marx le gruñía, pero al cabo de un rato decidió consultarlo soberanamente consigo mismo, pulsó la opinión de su perro Marx, quien alzo su pata izquierda en señal de aprobación y terminó presentándose en la fiesta, con el ánimo de sabotear y oscuras intenciones.
En la fiesta como siempre había abundancia de todo, mucha luz y alegría, pan de jamón, hallacas, guarapo de papelón y dulce de lechoza. Todo el mundo reía y bailaba de felicidad, pero el Grinch quería pelear, acabar con la fiesta y lo intentaba soltando sus chistes verdes para molestar, pero para su disgusto, enseguida se dio cuenta de que su mal proceder, no bastaba para exterminar el espíritu navideño de los presentes, y que dentro de muy poco tiempo como siempre todos celebrarían pacificamente su tradición.
Rabioso por tener que soportar otra molesta y ruidosa fiesta, con gaitas, aguinaldos y parrandas, el Grinch piensa que los ciudadanos sólo celebran la Navidad por sus regalos y adornos, para llenar sus mesas con torta negra, pernil, bollitos y ponche crema, así que con la ayuda de Marx, su mascota fiel, decide robarles todas sus pertenencias mientras duermen. Se disfrazó de Santa, vestido de rojo para confundir. Lo consigue, pero acaba obligando a Marx, el perro, a arrastrar todos los objetos robados que metió en un container, hasta el pico del cerro donde vivía aislado. Al día siguiente, cuando los ciudadanos descubren que les han robado todo, se movilizan enfurecidos y acusan públicamente a Inocencia de ser la responsable de arruinar la Navidad, pero su papá la defendía, diciendo que ella no había hecho nada malo, por el contrario, ella había actuado movida por un corazón noble de buena fe y les recuerda que el principal significado de la Navidad era pasarla con la familia, y no simplemente dar o recibir regalos o hacer grandes decoraciones. Toda la ciudad se pone de acuerdo y empiezan todos a cantar.
El Grinch, creía que había acabado con la Navidad y estaba decidido a destruir todos las cosas que le quitó a la gente, pues eso le daría mucho placer, pero quería oir a la gente llorando y sufriendo, así que para darse ese gustazo, el muy maluco, se puso a sintonizar la televisión, cuando para su sorpresa y disgusto, transmitían el alegre canto de los ciudadanos y se dio cuenta de que su plan había fracasado, porque en todo el planeta, la gente miraba por TV lo que estaba ocurriendo por estos lados.
Iracundo y confuso, el Grinch le encargó a una encuestadora un estudio de opinión, para entender por qué su plan había fallado, y tras un momento de reflexión, entendió que estaa perdido, que Navidad significa mucho más que regalos. En ese preciso momento un rayo de luz lo iluminó, e hizo que su corazón creciera tres veces su tamaño. Estaba feliz, aunque eso no era su costumbre. Pero su felicidad no duró mucho, porque el container donde guardó lo robado, comenzó a rodar barranco abajo, desde lo alto del cerro y el Grinch trataba de detenerlo, pero era demasiado pesado, además había estado ahí tanto tiempo lleno de tortas, pan de jamón, dulces, arepa, malta y galletas, que ya éstas se habían puestos piches, y cuando está a punto de rendirse, con la nariz tapada porque el mismo no aguantaba la hediondez, Inocencia volvió y le dijo que había venido a verlo porque nadie debe estar solo en Navidad.
Ella estaba convencida de que con esas palabras del corazón le daría la fuerza necesaria para que el mismo levantara el container y salvara los regalos de todos. Inocencia insistía en la paz y el amor como camino para transformar a Grinch. Por un momento, parecía que lo había logrado, pues ella se fue con toda la gente de la ciudad, marchando cerro arriba cantando alegres a rescatar lo que les pertenecía. El Grinch cuando vió aquel gentío contento, se sintió débil, pues no sabía como manejarse con la felicidad, el amor era una fuerza muy grande que lo detenía, entonces sacó una bambalina roja y rota de su bolsillo y eso fue todo los que les entregó y les prometió devolver todo lo que les había quitado un día de estos, se disculpó por todas sus malas acciones, parecía realmente arrepentido, y hasta soltó dos lagrimones verdes.
Al final, el redimido Grinch prometió una nueva vida junto a los ciudadanos, portarse bien. Así pasó la primera navidad, y prometió también en la segunda navidad, y luego en la tercera navidad…una y otra vez prometía y prometía … y como siempre en todos los cuentos criollos, ahora toca decir el colorín, colorao, pero este cuento parece cine continuado, la historia se repite año tras año y es que en Venezuela año tras año, pareciera que a cada Santa le toca su Grinch.