Orión.

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Al final, decidió cambiarse el short por una calza. Es verdad, su piel ardía debido al fuerte sol que la había quemado en la playa, y el calor que sentía hacía contraste con el frío del ambiente nocturno. Entonces, calzas y sandalias.
Llevando consigo solamente su buzo, se deslizó al asiento trasero del auto, para que su madre subiera al delantero y para que su padrastro arrancara el móvil.
Habiendo avisado a sus abuelos, a un amigo y a su papá que había empezado el viaje, desconectó las redes, para dejar de comerle el crédito a su figura paterna presente, que le estaba prestando red wifi. Se apoyó en la diminuta ventana del auto de dos puertas y cerró sus ojos, intentando dormir. Quizás, el viaje a casa no se le haría tan extenuante.
Al final, fracasó.

Ella tenía una simpatía por las estrellas. Vaya, amaba los astros que decoraban el firmamento cual luces de Navidad y desde pequeña quería hacer algo relacionado con la astronomía, así que cuando sus diversiones se vieron limitadas a mirar por la ventana, alzó la vista. Al ser una persona de cuidad, Tina no tenía mucha oportunidad de observar las estrellas, así que cuando ella, su madre y su padrastro se hacían escapadas de fin de semana a la costa, le rogaba a él que la llevara a la playa todas las noches a ver el cielo, el limpio y azabache cielo.

En la ruta, afortunadamente no era diferente. La iluminación del camino era miserable, dependiendo más que nada de los autos y de alguno que otro farolito solitario. No había una sola nube, dejando a la oscuridad de la noche ser vista por ojos jóvenes, desnudos y esperanzados.
Localizó el cinturón de Orión e identificó la constelación completa, a aquel hombre mitológico sosteniendo un arco y una flecha. ¿O eran un escudo y una espada?

Madre abrió un librito tipo álbum lleno de discos y puso uno de Chayanne en la radio, las melodías ibérico-latinas empezaron a flotar por el interior del vehículo. Cuando sonaron Cuestión de Feeling, Bailarina y Lola, ambas mujeres se unieron en el canto de la letra, mientras el pobre hombre manejaba en silencio.
Al cantar, Tina hacía gestos, bailaba, o se dirigía a una persona u objeto en particular. Al no poder moverse en el pequeño asiento trasero del auto hecho para dos, sólo quedaba homenajear a alguien para liberar su ritmo, para darle cosquilleos mientras entonaba.

Acompañada por unos versos que susurraban que amar era un placer, fijó su vista en su nuevo conjunto de estrellas favorito: Orión. Es que, ¿cómo no amarlo?
No solo formaba parte del hermoso cielo nocturno, sino que le indicaba en donde se encontraba el este y, como si eso fuera poco, con su flecha (o espada) le señalaba amablemente el sur. Solo hacía falta la compañía de Orión para ubicarse a altas horas de la noche.

Se sentía algo tonta, cantándole a las estrellas, cuando tenía amigas que ya estaban en pareja y podrían dedicar melodías del CD romántico a sus novies, pero no podía explicar como ese ser mitológico del firmamento la hacía sentir acompañada.

Trataba de no perderlo de vista, y cuando lo hacía por distraerse o por doblar en alguna curva de la autopista, lo buscaba con desesperación. El viaje era de varias horas, y Orión subía cada vez más, haciendo difícil verlo por el techo del automóvil.

Porque nunca habrá nadie que pueda llenar el vacío que dejaste en mí.

Miraba hacia arriba, buscando a su nuevo compañero de versos, frunciendo el ceño al no hallarlo.
¿Orión?
¿Dónde está?
¿Esa es su cabeza?
No, no lo es. ¿Dónde estaba Orión?
Volvió a hallar su cinturón y sonrió, respirando aliviada.

Quería llegar a casa a dormir, pero llegar a su departamento significaba no verlo tan fácil, no encontrarlo entre los árboles y los edificios. Justo, su ventana apuntaba al oeste, y su caballero estrellado salía del lado contrario.

Vuelve, que sin tí la vida se me va.

Ahora, apoyada en la ventana, sólo podía verlo del cinturón para abajo, para ver el resto de su cuerpo debía inclinarse hacia atrás y estirarse.
Por suerte, halló un lugar cómodo para esa posición, con la cabeza apoyada y pudiendo verlo totalmente.

Su mamá sacó el mix romántico y puso otro, nuevamente de Chayanne, pero se escuchaba rayado. Esperaba que no perdurara y que tuviera canciones populares, quizás le gustarían a Orión.

Siguió mirándolo, sin cantar nada por no saber las letras, pero moviendo su cabeza de forma rítmica.

Quédate, que el tiempo va pasando.

Pero entonces, hubo que entrar a la autopista. En la autopista habían luces, justo a la altura de Orión, que le lastimaban los ojos a Tina, obligándola a dejar de mirarlo.

Si te he fallado te pido perdón de la única forma que sé.

Con una sonrisa, pudo apreciar como Orión era tan brillante que, no importaba la luz de la autopista, seguía pudiéndolo ver. Era perfecto.
Pero hubo otra curva, y Orión quedó del costado de las luces blancas, la chica al intentar mirarlo se mareaba y se le borroneaba la vista.

¡Sí! Otra curva. Orión volvía a su posición anterior y era más fácil mirarlo.

¿Ese era el puerto? Estaban demasiado cerca de la ciudad, era hora de empezar a despedirse.

¡Eso no se cura con penicilina!

La música estaba más movida y divertida, permitiéndole sonreír y pensar que, incluso si debía saludar al estrellado, lo vería otro día, después de todo no era imposible identificarlo.

... Cuidarte el alma.

Le cantó toda la canción a su constelación, siempre sonriéndole y tirándole besos a través del vidrio del auto.
Ojalá tuviera a alguien como Orión. Para dedicarle canciones, besarlo y sonreírle. Ya llegaría y ella esperaría a esa o a esas personas, no tenía problema, sólo que a veces sentía que... Lo necesitaba.

Al pan pan, y al vino vino.

Media hora más y estaría en casa. No había nada que hacer para evitarlo, y además quería ir al baño. Podría ver a Orión cualquier otro día, él no se iría nunca, estaría para escuchar sus canciones orgullosamente latinas.

Puerto Madero la deslumbró, tan diferente de su hogar.

Te confieso mi amor, que nunca vi algo mejor.

¿Orión? La seguía por atrás, acompañando aquellos ojos marrones cansados, mientras que su mamá le mostraba la universidad iberoamericana, a donde ella deseaba asistir de más mayor.

Cambiaron el mix sudamericano por la radio.

Te voy a escribir la canción más bonita del mundo.

El auto deportivo se detuvo y la chica suspiró, agarrando la mochila y su campera, la de su padrastro y la de su mamá. Se bajó de su asiento y levantó la mirada, viendo el cielo, fijándose en lo alto que estaba Orión. La inseguridad en su calle era alta así que no podía seguir observando a su dulce conjunto de estrellas, por lo que suspiró y le sonrió, inclinando levemente la cabeza.
No había problema, solo tenía que salir, los días siguientes, a la terraza de su edificio, a verlo y a cantarle canciones latinas románticas.

Por eso esperaba con la carita empapada que llegaras con rosas, mil rosas para mí.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2017 ⏰

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La chica que le cantaba a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora