Alexandria.

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Alexandria.

Este tipo está completamente zafado.
Desde que llegué de la oficina del sr. Freeman me ha estado lanzando miradas evaluadoras, como decidiendo si soy humano o tal vez un unicornio. Ahora lo llevaba por toda la escuela mostrándole cada detalle de ella y varias veces lo escuché reirse solo a mis espaldas. Lo escuché reír una última vez y me di la vuelta parándome delante de él, cerrandole el paso.
- ¿Cuál es tu problema? -gruñí. Para mi gran molestia, él me miró con ojos divertidos, tratando de esconder una sonrisa-. ¿Tengo que preocuparne por que tengas problemas mentales o sólo eres así de idiota?
Soltó una carcajada, al pareces mis ojos fulminantes no ejercían el poder de destruírlo como si fuera un rayo laser. Me crucé de brazos y espere no-tan-tranquilamente a que soltara el último aliento de risa.
-Ya, me recuperé. -rodé los ojos. Como si me importara como estás.- Es solo que es tan gracioso verte enojada, porque eres como, no lo sé, un enano y cuando te enojas te pones toda roja y pareces una hormiga colorada -apenas terminó de hablar se echó a reír de nuevo.

Me le quedé viendo, aún más enojada que antes.
¡YO NO ERA UN ENANO! mido 1.65 cm. Estaba totalmente harta de que todos digeran lo mismo; en educación física, cuando jugábamos basquet ball y era mi turno, los chicos llegaban de la nada y me cargaban por los aires para "ayudarme" a anotar. Inclusive Miles, mi otra mitad, se burlaba de mí por mi estatura (aunque con él era algo bueno porque siempre iba en su espalda cuando salíamos). ¡Eso no justifica que me compare con una hormiga! tal vez sí, soy un poco bajita, pero hay que tomar en cuenta que él probablemente llegara a los dos metros ¿a quién no iba a ver como hormigas desde allá?

-Te dejaré algo claro -mascullé apuntándole con mi diminuto dedo (sí, hasta yo sabía que mis dedos eran diminutos)-. Tu y yo, nada. Cero. Inexistente. Inimaginable. Evaporable. Enemistad. Después de toda la mierda de la niñera, no me hables, no me mires, no me toques ni pienses en mí. ¿Entendido?

-Entendido -aceptó haciendo un saludo militar, pero con una sonrisa burlona asomandose por las comisuras de sus labios.

Decidí no responderle.
Uno se ve más estúpido discutiendo con un animál que solo ignorándolo.

Le fui mostrando las aulas que quedaban, señalándole perezosamente cada lugar que parecía ser importante. Habría que ver si las dos neuronas que tenía le bastaban para guardar semejante información.
Cuando le estaba mostrando la cafetería, tocó el timbre del almuerzo, y así como había llegado mi mal humor, se esfumó. Lo tomé de la mano (no, ni siquiera piensen en eso. Lo hice porque el muy imbécil era demasiado lento y yo solo quería comer) y me lo llevé corriendo al comedor que estaba al aire libre.

-Aquí puedes comer, o también puedes comer adentro, como tú prefieras. -expliqué apresuradamente. No supe si entendió algo de lo que dije, y la verdad es que no me importa-. ¡Me voy a comer! adiós y... no sé, suerte o algo así.

Me largué de ahí, sin esperar a que me respondiera porque yo quería un jodido tamál y no me iba a caer del cielo.
Después de haber conseguido mi tamál y mi Dr. peper, me dirigía a una de las mesas de afuera para disfrutar mi comida, cuando de la nada una mano de tapó los ojos y un brazo me sostuvo de la cintura, levatándome del suelo y llevándome a quién-sabe-donde.

-Joder, sueltame, quien-quiera-que-seas, ¡tengo hambre! -supliqué pataleando al aire. ¿PORQUÉ MIERDA NADIE ME AYUDABA? estaba en público, me llevaban a la fuerza.

-Increíble. Hasta en los peores momentos tu hambre es más importate -dijo Miles soltándome encima de una mesa. (En la silla de una mesa, para ser exactos).

-¡MILES! -chillé eufórica.

Salté a los brazos de mi mejor amigo abrazándolo tan fuerte que pude haberlo asfixiado. cuando de repente recordé.

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⏰ Última actualización: May 17, 2014 ⏰

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