I

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En una mañana soleada en la hermosa ciudad de París se encontraban dos pequeños niños de ocho años, muy pequeños, a decir verdad, pero sabían más de lo que sus padres se imaginaban.

Como todos los días se encontraban en un parque pequeño, pero muy especial para ellos. Fue donde se conocieron.

Jugaban sin cesar, vigilados por sus madres quienes platicaban amistosamente.

Estos dos niños eran, un niño rubio de ojos verdes y una niña azabache de ojos azules. Se llevaban muy bien a pesar de su poco tiempo de amistad que llevaban.

Corrían por el parque divirtiéndose.

— ¡Adrien! ¡Corre pareces una tortuga! — exclamo la niña que ya llegaba a un banco.

— ¡Espérame! — respondió. Cuando llego sentándose junto a ella — Eres muy rápida Marinette.

— No lo soy — hizo puchero — solo no se — suspirando, no dándole importancia.

— ¡Claro que sí! Siempre me ganas — sonriendo dulcemente.

El niño rubio siempre la dejaba ganar, llegando ella así primera.

Estuvieron sentados en el banco descansado después de haber jugado casi toda la tarde, en los diferentes juegos que había en el lugar.

Luego sus madres los llamaron para regresar a casa.

Se despidieron con un abrazo, igual sus madres.

******

Paso el tiempo, después de siete años de amistad, ellos se volvieron más unidos.

Ya tenían aproximadamente quince años, durante todo ese tiempo siempre se encontraban en el parque a la misma hora.

Adrien siempre la esperaba sentado en el banco, donde se conocieron, ansioso por verla, ya que durante todo ese tiempo empezó a sentir más que una simple amistad.

Le encantaba su sonrisa tan encantadora, su carisma, aunque era un poco torpe a él le parecía muy tierna. En los años que pasaron crecieron y ella no se quedó atrás, tenía una figura aceptable a su edad. Al igual que él, creció haciéndose más alto.

Hecho la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos e imaginándose como todas las noches soñaba, se la comía a besos su sonrisa tierna que tanto soñaba. Sonrió inconscientemente.

De pronto sintió un movimiento, era ella su Princesa que venía corriendo con un hermoso vestido rosa hacia el con una enorme sonrisa.

Alzo su mano saludándola, sin borrar su sonrisa se sentó junto a él.

— ¡Adrien! — exclamo emocionada.

— ¿Qué pasó princesa? — le decía cariñosamente.

— Tú serás el primero en saber que por fin me he enamorado — dijo más emocionada con una sonrisa.

Aquella declaración fue como caerle un balde de agua fría, no se lo esperaba, ya que él tenía planeado decirle sus sentimientos, pero verla así tan feliz y radiante no lo hizo. Le sonrió un poco forzosa.

— ¿Estás bien? — pregunto la joven extrañada.

— Si, no te preocupes. Solo me sorprendió — intento sonreír. — Mejor, ¡Cuéntame! ¿Quién es el chico de cuál te has enamorado? — con un nudo en la garganta.

— ¡Si!... Bueno él es un chico que conocí que la clase de arte — recordando — Es muy lindo y simpático. Además, me regalo un dibujo de mí...

Ella hablaba de cuan maravilloso era aquel chico artista mientras el rubio no le prestaba mucha atención, quería irse o quizás decirle sus sentimientos. No podía hacer aquello al ver la forma de como hablaba de ese chico.

Sentado en el banco - (Two - Shoot) AU-MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora