El Pequeño Pájaro miró al cielo con vigor, por entre las hojas en las cuales el sol entraba sin permiso. Cada pluma de su diminuto cuerpo se erizó con felicidad y deseo.
La Madre se había ido hacía minutos, y le había dicho que no intentase volar por más que toda la vida le fuese en ello. Y tras recordarla, el Pequeño Pájaro sólo volvió a mirar al cielo pero aquella vez con impotencia y frialdad, como si de aquel amplio e inexplorado azul eterno. Pasado el mal pensamiento, sólo miró al suelo y pensó en cómo no era tan peligroso, y que su madre estaba totalmente equivocada acerca de lo que había dicho.
El bello paisaje verde e impoluto se levantó por sobre un campo de perfección ambiental que combinaba una fauna pacífica y herbívora, con una flora adecuada a los seres vivos que la habitaban. No había nada que lo arruinase, salvo las tremendas situaciones que había en aquel árbol. Dio pequeños brinquitos hacia atrás, para afirmar que nadie lo estuviese mirando en su atrevimiento temerario, y volvió a la cornisa de madera que lo esperaba junto a su destino.
Vio hacia arriba una última vez, percatándose de aquella hoja tan ligera y hermosa color negro que cayó con elegancia y delicadeza, a una velocidad tan lenta que el pequeño pajarito pensó:
-Yo también caeré así de lento, así de ligero - y de verdad lo pensó en voz alta, hablándole a la nada y a sí mismo -, no hay otra manera.
Dio unos saltos hacia atrás, para que su salto tuviese la adrenalina del impulso, y tomó confidencia en el aire fresco que llenó sus pequeñas orejas cubiertas de plumas grises. Ya había movido sus alas antes, pero era la primera vez que volaría como lo habían hecho sus hermanos mayores. Su Madre le decía que aún no estaba listo, y su padre solo parecía importarle traerle comida de cuando en cuando, cada vez que él mismo la pedía.
Siempre le decían al Pequeño Pájaro que tenía un buen ojo para la equidad de comida, y le pedían que con su propio pico repartiese toda la comida que su padre brindara al hogar. Pero era lo único que le dejaban hacer, y siempre mostraba interés en volar: Al Mayor le daba igual su inspiración, y al Menor todo le daba igual. Pero él siendo el Pequeño Pájaro, sólo era aconsejado por el Medio, el cual solo le decía que simplemente había aves que no estaban destinadas a volar por nada en el mundo; que su deseo era imposible.
-No lo es - se sonrió con vanidad -.
Padre decía que había sólo una cosa peor que caer, y eso era morir de hambre. Y ahora que estaba en caída no podía decir si era cierto; sólo tenía un ala, y nunca había notado que su otra ala jamás había crecido, o se había desarrollado: quizá nunca había existido. Arremetió contra el aire y consiguió a duras penas frenar la aceleración gravitatoria que lo había sentenciado para siempre.
El golpe seco de su cuello al golpear el piso lo aturdió y le hizo ver borroso, y pensó que si su pico se rompía no podría volver a repartir comida. Si es que podría volver a levantarse.
Medio se postró frente a él, sonriendo con tristeza:
-Te dije que no todos están destinados a volar - dijo con desprecio -.
Y la hoja negra lo cubrió como una manta, y se quedó dormido.

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Deseo y Destino
NouvellesEl Pequeño Pájaro, con vigor y calma, toma su primer vuelo. --- No copiar.