— ¡Allie! ¡Hora de levantarse! ¡Es tu primer día de clases! — canturreó mi madre entrando en mi habitación y abriendo las ventanas para que los rayos del sol me molestaran y así lograr su objetivo: despertarme.
Me removí un poco y acoplé mi vista a los furiosos rayos del sol que golpeaban mi rostro. Observé a mamá y percibí una gran sonrisa en sus labios. ¿Qué le traía tan contenta?
— ¿No estás entusiasmada por tu primer día? — preguntó con suma alegría.
— No — respondí con frialdad poniéndome en pie y saliendo de la habitación.
Me dirigí al baño y cepillé mis dientes lo mejor posible. Tras terminar, tuve la valentía de ver mi reflejo en el espejo, no pudiendo así evitar sentir un gran disgusto por la reflexión de mi rostro en él.
— ¿Por qué no puedo ser bonita? — susurré dejando escapar varias lágrimas de mis tristes ojos.
Una vez más el deseo de contarle a mi madre sobre mi estado emocional me invadió. Pero no, sería muy arriesgado. Ella siendo una psicóloga no tardaría en someterme a terapias y medicamentos que no quería tomar..., a menos que fuera para acabar con mi inútil vida.
Sequé cada lágrimas con brusquedad y abrí el botiquín junto al lavamanos. Escruté su contenido por unos segundos y me decidí por una navaja negra con la hoja bien pulida.
Llevé mis ojos al espejo, observando una vez más mi asqueroso reflejo en él. En mi mente comenzaba a surgir un gran debate: o me cortaba los brazos o me tragaba el sufrimiento en lo que pasaba el primer día escolar.
— ¡Allie, el desayuno se enfriará! — avisó la melódica voz de mi madre interrumpiendo mis pensamientos.
Suspiré y respondí con un neutral «¡voy!».
Comprobado; mamá sería mi única obstrucción en caso de que algún día quisiera “acabar con mi sufrimiento”. Y, claramente, no sabía si era malo o bueno.
Dejé la navaja en su debido lugar y salí del baño antes de cambiar de opinión.
Llegué a mi recámara y luego de rebuscar en el armario me coloqué un buzo blanco, unos vaqueros ajustados y unas converse blancas. Contemplé la opción de peinar mi cabello pero, como nadie se iba a fijar en mí, preferí no hacerlo y dejar mi cabello suelto y revuelto. Cogí uno de mis tres perfumes y rocié una cantidad moderada en el cuello y las mejillas.
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Como un kiwi.
Teen FictionKevin Toms; un joven abusivo, arrogante, autoritario e irrestible que intentará conquistar a Allie McCasland tras haberle hecho bullying en primaria. Al principio ella se resistirá, pero luego se verá tentada por sus emociones. Su amor será irónico...