El aire se sentía frío, mi respiración acelerada, sus pasos ya no se escuchaban. ¿Era mi oportunidad?, pisé las tablas y resonaron contra mis oídos, mordí mi labio inferior cerrando los ojos, mi corazón latía como nunca antes.
Estaba oscuro, comencé a subir cada peldaño intentando no tropezar, no podía tropezar, no era momento de errores. Las paredes estaban frías y se sentían húmedas bajo mis manos, me preguntaba cuando vería la luz otra vez, la oscuridad me empapaba calando mis huesos, seguí subiendo y mi respiración temblaba ¿cuanto faltaba? ¿él me escuchaba? si me encontraba ¿cuanto afectarían unos latigazos más?
Él no me quería, lo sabía. Nadie me quería, él lo había dicho, sin conocerme, sin darme la oportunidad ¿qué era lo que planeaba para mi?
Estiré mis brazos hacia adelante y palmee la pared, pero no se sentía fría como las demás, era más cálido, raspé con las uñas lentamente, era madera. Busqué a tientas la manilla de lo que podría ser una puerta y para mi suerte la encontré, abrí y mis nervios aumentaban.
La luz cegó mi vista y me cubrí los ojos con mi antebrazo, avancé un paso y tropecé con una especie de alfombrado color marrón. No podría describirlo, apoyé ambas palmas en el suelo al igual que las rodillas, un sonido mudo retumbó en la habitación y luego algo pesado cayó enfrente de mi, una caja metálica color negro, diversos papeles se esparcieron por el suelo, pestañee mirando cada uno de ellos ¿Sería ella?, tomé el trozo de papel, tragué saliva al notar la fina capa de cenizas que aún cubría la fotografía, intentaba recordar, navegar en mis recuerdos pero no había nada, pero aún así la conocía, como a la palma de mi mano, mamá.
