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Min Yoongi conoció a Park Jimin en la playa, un día de verano que más parecía primavera, un día de verano que más parecía una tarde azul celeste perdida en el vahó de los días cotidianos, entremezclada en la brisa matutina y el calorcillo de la tarde.

Yoongi canta en una lengua extraña que desconoce, en una lengua cuyas sílabas salen a trompicones de sus labios, en una lengua que no es la suya, y, sin embargo, hace la canción suya, con los versos rotos, las lágrimas desbordadas y la luna allá arriba.

Y Jimin se sienta a su lado, curioso, y entona la canción con él, con timidez y seguridad al mismo tiempo, y Yoongi se sorprende de que alguien la conozca, pero continúa sólo haciendo los coros, y dejando que sus dedos en la guitarra hablasen por él.

Y mientras toman tequila, dejan atrás dos almas rotas.




Yoogi recorre el cuerpo de Jimin como su guitarra, tocando con cuidado cada línea, cada cuerda, cada músculo, y sus dedos se deslizan por piel suave hasta encontrar puerto seguro que no hay, así que Yoongi sigue navegando entre el aroma embriagante de Jimin, en el océano de sus ojos, en lo suave de su boca.

Y Yoongi sigue amando a Jimin como viene haciéndolo desde hace un año, suave y decidido, firme y lento, como la voz de Jimin cuando entonó esa canción por primera vez.




—¿Qué quieres hacer?

—Lo que tú quieras hacer, hyung.




Yoongi se apega al cuerpo de Jimin al llegar la noche, y Jimin recibe el abrazo sin sorpresa alguna, limitándose a besar la cabeza del mayor por toda respuesta, con una sonrisa llena de... ¿de qué? De cariño. Una sonrisa rebosante de cariño.




—¿A dónde quieres ir, Jimin?

—Eh... A dónde quieras ir tú, hyung.




Yoongi es quien llama a Jimin para encontrarse, en la tarde, en la mañana o en la noche. Jimin sólo sueña con brazos cálidos, una mirada oscura y libertad, una libertad que no tiene porque Yoongi se encuentra a su lado.




—Jimin, ¿tú me quieres?

—...




Yoongi se aleja, con el pasar de los meses, porque el tiempo pasa y el viento sopla, y lleva el corazón de Yoongi a donde no puedan hacerle daño, a donde Jimin no pueda hacerle daño, y, mientras tanto, Jimin se ha dado cuenta, por fin, de que no es libertad lo que le ha faltado todo este año, sino que ha sido decisión, y ahora Yoongi se halla cerca, cerca pero tan lejos, y Jimin tiene miedo de que nada vaya a funcionar.

Así que deja las cosas como están, y el viento sigue soplando.




Y es un día de playa, cuando las gaviotas se acercan a ellos, y se van de nuevo, que Jimin se da cuenta otra vez de que no está haciendo nada por retener a Yoongi, por pedirle que se quede, por hacerle saber que debe seguir amándolo.

Su amor es así.




Le ha tomado a Jimin

una carta,

un año

y lágrimas incontables,

pero, por fin,

se ha dado cuenta.




—Hyung.

—Dime.


La voz de Yoongi muestra sorpresa, porque el tono de voz de Jimin muestra algo más que la duda habitual de sus "¿Hyung?", arrullados por la brisa marina que los alcanza desde allá lejos.


—Hyung.


La mirada de Yoongi no deja entrever nada más que una sorpresa inusual.


  —Hyung. 


Y Yoongi, sus ojos entrecerrados, el cabello moviéndose al ritmo del viento, y Jimin, que sonríe, como no lo ha hecho en tanto tiempo, porque sí, ahora sí, se siente seguro, y decidido, y nada de dudas, y cero vacilaciones, y sus amores son gaviotas, porque se han ido y han regresado a puerto seguro, y Jimin sabe, tiene la certeza, de que su amor nunca se fue, pero que, de todas maneras, ha regresado. Así que abre la boca, y toma aire, y sus ojos se empequeñecen, y con su voz tan dulce, estirando un brazo hacia el otro, estirando una mano, estirando los dedos para alcanzar al mayor, habla por fin.


—Te amo, hyung.


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Tercera parte de este three-shot.

Si llegaste hasta aquí, gracias♡

Amores gaviotas | ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora