Todo comenzó, es así de simple. Un día como cualquier otro, tan perfecto como imperfecto, donde el mundo no paró en seco, ni hizo falta. De hecho es en el curso, en la velocidad de mis latidos y mi respiración al compás de esa carrera, donde encontré el mundo: mi mundo. Imparable, único, completamente ilógico y misterioso hasta para mí. Por eso dejé de buscar que alguien parase el mundo por mí, porque el mundo nunca paró en seco, ni lo hará. Pero nosotros si que podemos pausar nuestro ritmo, y por primera vez me permití frenar, disfrutar de la velocidad a mi alrededor y escribir un nuevo compás.

ESTÁS LEYENDO
¿Jugamos al escondite?
RandomRelatos de un juego, de palabras escondidas, de pequeñas historias.