En una manada de licantropos es normal ver como tanto Alfas y Omegas viviendo felices. En cambio, un pequeño Omega recién presentado se sentía levemente odiado por el simple hecho de no tener un Alfa a su lado, en la familia de dicho Omega sólo habitaban Alfas por lo que cierto pelirosa se sentía excluido de tal familia.
En otras circunstancias el buscaría a su Alfa, aquel que pueda protegerlo de todo aquel que quiera hacerle daño, pero, al venir de una familia que sólo lo mantiene por imagen, realmente le decepcionaba, es por eso que como si no le importara perderse, solía adentrarse a aquel bosque como cada mañana hasta que el sol se ocultase, era consciente del peligro que corría por ser un indefenso Omega sin marca, pero él simplemente no mostraba resistencia, creía que había sido un error el haber nacido por lo que siempre buscaba la salida de la muerte, sólo que... el no entendía porque nunca lo atacaban o al menos porque nunca se le acercaban mas de diez metros de distancia.
Por otro lado un joven Alfa, criado por una familia sin manada, caminaba por el bosque como de costumbre esperando poder sentir el exquisito aroma de cierto pelirosa, amaba ese aroma a rosas y fresas que emanaba su cuerpo, era consciente que él, al percibir su aroma, el desprendia una mucho mas fuerte para alejar a aquellas criaturas que quicieran profanar aquel cuerpo tan hermoso.
Ambos estaban conscientes del aroma del otro, el simple hecho de no reconocer impedía a uno acercarse, y al otro tener el valor para poder jugársela y tratar de conquistarlo.
Ambos eran conscientes de que cuando un Alfa encuentra a su Omega, y viceversa, ellos siempre buscan su cercanía, ambos quieren hacerlo, pero temen fracasar en el intento.
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Una mañana, cierto pelirosa despierta sintiendo la necesidad de ir al bosque, era normal esa necesidad pero ahora... ahora algo le pedía urgentemente que lo hiciera, saliendo de la cama de un salto, se metió al baño para poder quitar la cara de muerto que llevaba luego de casi no dormir bien, intenta relajarse y luego de vestirse va a la cocina con un poco de apuro, toma una manzana de la alacena y camina directo a la puerta.
- ¿A donde vas Jimin? -pregunta Park Hye, el desinterés es notorio pero el pequeño respetuosamente hace una pequeña reverencia y responde a la pregunta.
- Saldré a caminar un rato, madre -el asentimiento de la mujer hace que Jimin de media vuelta y salga de su pequeña cabaña, tanto su madre, padre y hermano nunca mostraron mucho interés, por no decir nada, por el pequeño, si por ellos fuera lo desheredarían, pero como eso no quedaría bien frente al resto de la manada simplemente lo acogen hasta que él se consiga un Alfa, alguien que los reemplace, y el anhelo de que esto suceda pronto es enorme, Jimin es consciente de eso y, pareciera o no, el no buscaba un Alfa al quien enlazarce, no creía merecer tal importancia como llamar la atención de algún Alfa.
Caminó dentro del bosque olfateando aquel aroma que siempre está presente, el de galletas con chocolate, sin duda es un exquisito aroma que el no sabe como encontrar la fuente, más que ignorancia era temor, sabía que si seguía ese aroma lo llevaria al Alfa destinado para el, solo que este joven no se sentia merecedor de enlazarce con alguien que no conocía, y aunque intentara conocerlo sabía que luego de eso ya no querría saber de él y las esperanzas de poder quedar con alguien luego de eso se disminuía un 90%.
O simplemente terminaría muriendo de depresión.
Un Omega al sentir el aroma a su Alfa es más sencillo encontrarlo, el simple hecho de haberlo olido una vez, el lobo interior grita que es el indicado, y el del pequeño pelirosa hace tiempo que venía gritando eso, que encontro a su Alfa y que quería buscarlo, Jimin era consciente de eso y se reprimia demasiado evitando tal acción, si dejaba que su Omega interior se apoderara de su cuerpo no sabría lo que pasaría, así que prácticamente lo encerró en una jaula y lo dejó ahí, hasta que este encontrara la valentia de buscar a su Alfa.
