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Existen personas olvidadizas en el mundo, pero Yoongi no era una de ellas. Él aún recordaba —aunque de manera muy, muy vaga— cómo, cuando tenía tres años y medio, su mamá lo había vestido con ropas bonitas, había peinado sus cabellos y lo había llevado con ella a la casa de su vecina y mejor amiga, quien había tenido un bebé hacía unos días.

Yoongi no sabía mucho de bebés, solo que eran pequeños —aún más que él—, llorones y que no podía jugar con ellos. Por eso, la visita a la casa de aquella familia no lo había emocionado en lo absoluto. Sin embargo, cuando entró al lugar, la realidad resultó ser otra.

La señora Min, su mamá, se acercó a una pequeña cuna dentro de un cuarto pintado de azul lleno de peluches, que olía parecido a la fragancia de su loción para niños. Observó todo con ojos curiosos, y la dulce voz de la mujer lo sacó de sus pensamientos.


—Yoonie, ¿vienes a conocerlo?


Lentamente, el niño se trepó a un sillón que estaba ubicado junto a la cuna, y miró dentro de ella. Un bebé muy pequeño dormía recostado allí dentro. Sus pequeñas manos estaban a cada lado de su cabeza, y su cuerpecito estaba cubierto por una manta color turquesa. Su pecho subía y bajaba con cada respiración y, cada tanto, arrugaba su naricita, lo que hacía que pareciera que estaba atento a los suaves sonidos de las voces a su alrededor. Yoongi sonrió ante la imagen frente a sus ojos, y tocó la mano del bebé, quien apretó su dedo con fuerza, lo que provocó que el otro se sintiera extrañamente emocionado.

Lamentablemente, el momento no duró demasiado. Su mamá lo apartó de allí, y el niño, en respuesta a sus acciones, hizo pucheros. Incluso el bebé había empezado a llorar.


—Ya debe tener hambre —dijo la madre del más pequeño, y lo tomó en brazos para alimentarlo.

—¿Cuándo podré ver de nuevo a Jiminnie, mamá?

—Aún es muy chiquito, necesita descansar.

—¡Pero no haré ningún ruido! ¡No me voy a mover!


Enternecida ante los ruegos de portarse bien con su hijo, la otra mujer sonrió.


—Puedes venir cuando quieras a verlo, Yoongi. Cuando Jimin crezca un poco, podrás jugar con él.


Aquellas palabras dibujaron una enorme sonrisa en el rostro del niño. Desde ese momento, se prometió a sí mismo que lo visitaría cuantas veces pudiera.

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Cuando se quiere mucho a una persona, nada es suficiente. Yoongi pensaba eso. Ya no sabía qué más hacer por Jimin. Conocía al pequeño prácticamente desde que había venido al mundo, y lo único que había podido darle eran regalos de cumpleaños, dibujos hechos solo para él y toda su amistad. Cualquier otra persona podría haber pensado que eso sería incluso más de lo que uno pudiera pedir, pero a él no le importaba. Quería demasiado a Jimin como para expresárselo solo de esa forma. Quería ir más allá, y fue entonces que se dio cuenta de que existía la Navidad, otra fecha en la que podría darle un buen regalo, el mejor de todos, y eso hizo a la edad de seis años.

Jimin tenía apenas cuatro cuando tomó con sus pequeñas manos la bolsa que Yoongi le estaba entregando con una tímida sonrisa. El mayor esperaba con ansias que lo de adentro fuera de su agrado.


—¿Qué es esto, Yoonie?

—Un regalo de Navidad.

All I Want Is You [Yoonmin] [One shot] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora