Por ti pero no contigo.

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Nunca fui un niño especialmente amigable, no por no poder sino porque no había mucho interés de mi parte pero de todas las cosas que he pasado, de la primaria recuerdo todo claramente; las sonrisas amplias y temblorosas y las aventuras de los cuatro idiotas de siempre. El viaje a Perú, la destrucción debido a los conejillos de indias y el dinero de mi abuela jamás devuelto son cosas de las que aún no me puedo reír del todo. Sin embargo, ese recuerdo fue el más fácil de seguir en esta madrugada.


Me perdí entre las calles de South Park mientras hablo en voz baja sobre los dibujos con crayones que tanto me gustaba hacer, sobre el señor Garrison (o señorita) motivándonos a su manera para aprender y el abecedario eterno encima del pizarra. Ahora mismo trato de recordar la tonada de la canción con la que aprendimos todas las letras de este.


Qué cosas comienzan con A, almendra y avión. Qué cosas comienzan con B, burbuja y balón. Qué cosas comienzan con C, caracol y canción. Y Craig.


Y detengo mis pasos frente al cementerio, invadido por los pensamientos que estoy tratando de alejar. Reconozco el farol enorme con luz rosa, una luz con color bonito para que los muertos no piensen que la iluminación a su último lecho es otra obligación del gobierno. Aunque ellos saben probablemente que lo es pero me imagino que después de la muerte habrá cosas más interesantes que quejarte por una luz. O tal vez no.


Y entonces escucho las voces.


Las mismas voces de siempre y unas nuevas, contándome sus vidas y lo que creen que necesito escuchar. Pero yo no quiero escuchar porque es lo mismo de siempre; parece que en efecto, después de la muerte no hay nada más interesante que comentar así que refreno mis ganas de ir a por el farol y desvío la mirada hacia la calle solitaria.



Son diez voces distintas, lo sé por el tono de cada una. Unas más jóvenes que otras pero todas parecen haberse puesto de acuerdo para encontrar el tema más fastidioso en el momento menos oportuno. Así son a veces las mujeres; cuando se ponen de acuerdo para hacer algo, definitivamente puedes contar con que lo van a hacer. Al menos si se trata de fastidiar.


Estoy cansado, así que lleno mi mente de imágenes de comida que podría comprar a las dos de la madrugada en la tienda de autoservicio habitual y busco alejarme de prisa de ese lugar, con las manos dentro de los bolsillos de la sudadera negra que cogí de rápido mientras hago los ejercicios de respiración que el psiquiatra le dice que funcionan.


 Cuando todo vaya mal y parezca que puede empeorar, inhala por la nariz y suelta por la boca.    


Es fácil saber adónde está la tienda porque brilla en medio de casas familiares y lugares de interés que recuerdo bien. Entro y el dependiente ni siquiera me mira, demasiado atento a su revista de jardinería así que me hago camino hacia el dispensador de café; aún siento que estoy temblando pero espero que eso pase en un rato. 


Planeo ir al lago Stark, ¿Sabes? Siempre me ayuda cuando no me siento bien.


Eso hacía cuando era pequeño, cuando las sesiones con el señor Mackey no eran tan útiles como le hacía creer y tenía la oportunidad de salir temprano. No sé, probablemente admiro ese lugar más de lo que los demás creen y es porque no quiero que nadie conozca ese lado de mí.

Moviéndote.Where stories live. Discover now