Hola. Tengo 21 años y tengo miedo a morir. Tengo miedo a morir y no sé exactamente el por qué. No sé si es por el hecho de dejar de ser y no llegar a ser todo lo que podría haber sido o el pensamiento de una hipotética vida después de la muerte donde el ser esté condicionado por las acciones terrenales de cada uno.
Todo el mundo tiene miedo a la muerte, hasta el más valiente. Cuando llega el momento, a todo el mundo le suda la frente y se le aflojan las rodillas, está en nuestro ser temer a la muerte. Normalmente la gente le teme por amor. Ya sea este amor profesado a otros seres o amor a títulos, bienes y ganancias que uno ha acumulado durante su viaje. Pues bien, mi caso no es ninguno de estos. No sé por qué le temo a la muerte y eso es lo que más me molesta, se me agota el tiempo rápidamente y no sé el porqué de este pánico que va envenenando lentamente cada rincón de mi alma y me baja por momentos al infierno antes de tiempo.
Hace dos meses, en lo que debería haber sido un análisis médico rutinario, después de observar varias anomalías en mi función pulmonar, me diagnosticaron cáncer de pulmón. Más en concreto un carcinoma microcítico de pulmón, o también llamado cáncer de pulmón de células pequeñas. No os dejéis engañar por el cínico adjetivo de "pequeñas", es cierto que son de tamaño reducido, pero eso las hace aún más letales.
La escena fue digna de película rancia de Hollywood: tarde fría, habitación pequeña de hospital abarrotada por todo tipo de instrumentos sin ninguna utilidad aparente, un alboroto apagado de fuera y un silencio incómodo que se interrumpe por segundos únicamente por los leves zumbidos de los aparatos electrónicos o el sonido de las teclas del ordenador mientras tu expediente es buscado, paredes blancas con un estampado de puntos azules minúsculos y monótonos, luces azules de fluorescente distribuidas en tres focos de manera ecuánime por la superficie del techo y un médico tan acostumbrado a dar este tipo de sentencias a muerte que su rostro ya no es capaz de expresar ningún tipo de lastima verdadera y sentida por el paciente. Al fin y al cabo, después de casi 20 años siendo el mensajero de la muerte ¿quién eres tú para provocarle más interés que el estricto en el sentido clínico? Así que con un rostro fatigado, relativamente neutro, quizá hasta cínico, más propio de un trámite burocrático que de una sentencia de muerte, me avisó de que me queda poco tiempo, de que mi reloj va falto de arena y de que los dioses se han alineado para hacerme caer.
Después de unos segundos eternos de silencio aún más incómodo, donde uno aún lo ve quizás como una pesadilla de la cual pronto despertará, el mensajero de la muerte, siguiendo un ritual perverso perfeccionado en las víctimas anteriores me arrojó un puñado de palabras secas de esperanza: - Tranquilo, a pesar de ser un cáncer muy agresivo, tu eres muy joven, ¡te recuperarás de esta!, la esperanza es lo último que se pierde chico.
El problema de todo esto, es que yo no creo en la esperanza.
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Los miedos de los olvidados
Художественная прозаReflexiones, recuerdos y miedos de un joven con cáncer de pulmón que sabe que su tiempo se agota rápidamente.