Mahalo

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Por fin un poco de calma. Gladio miró los árboles con la mirada perdida.

¿Qué podría hacer ahora? Estaba solo de nuevo. Los jardines del Paraíso Æther no le parecían nada atractivos después de todo lo que había pasado allí recientemente. Era doloroso estar caminando por el mismo edificio que su madre, en su locura, transformó para sus fines, y que encima ella ya no estuviera con él.

Le dieron ganas de chutar una piedra, pero esa pasarela blanca tan reluciente estaba impoluta.

Era tan simple como que su padre no hubiera metido las narices donde no le llamaban. Nada de esto hubiera sucedido.

Sabía que no podía darle vueltas al asunto, porque se enfadaría más, así que echó a andar por la pasarela hasta el ascensor. Estaba seguro que en los laboratorios aún quedaban desastres por arreglar. Uno no se podía fiar ni de sus propios trabajadores.

Nadie le dijo nada cuando el rubio fue metiéndose uno a uno en todos los pequeños laboratorios que había en la planta superior. Probablemente era porque sabían que se encontrarían con su Cero de cara y, desde que había evolucionado, solamente una persona había conseguido derrotarlo.

Se detuvo en el tercer laboratorio que inspeccionaba. Sonrió levemente, simplemente mirando al vacío. Recordaba a esa persona y a su amigo Tilo. Vaya par de entrometidos. Pero lo había pasado realmente bien luchando contra ellos. Ese Tilo no perdía su alegría ni en una derrota, era radiante.

—¡¡Mierda, joder!!

Y cerró un cajón de un manotazo. Ya se lo había dicho a sí mismo muchas veces: no, no era posible, ni probable siquiera. Él tenía que seguir solo, haciendo su camino, se olvidaría de ello, era fácil olvidarlo. Sólo requería tiempo.

—Ah... —suspiró, notando que se tranquilizaba por fin.

El sonido de la escarcha le llamó la atención. Al lado de ese cajón había una nevera, que parecía que no funcionaba, pero no era así. Era tan grande como él, o más, y las recordaba de antes porque muchos experimentos con Pokémon acababan allí dentro. ¿Algún idiota se habría olvidado de acabar el experimento?

Cuando abrió esa nevera, quedó totalmente sorprendido. Criogenizado, dormido, allí yacía otro Código Cero. Aunque sonaba muy lógico, no se hubiera pensado que había otro como el suyo. Era exactamente igual. Parecía imposible que hubieran hecho otra réplica exacta de su Cero.

—Lo siento... —susurró, con intención de poner la mano sobre el hielo.

Cerró la nevera con delicadeza y le dio a un botón del lateral para que se descongelara. Al cabo de cinco minutos, ese Código Cero estaba simplemente dormido, dentro de la nevera, y ésta automáticamente hizo aparecer una Pokéball para capturarlo. Gladio abrió la nevera después de ver todo el proceso a través de una pantalla y cogió esa Pokéball.

Y suspiró de nuevo, resignado y enfadado consigo mismo.

Lo primero que había pensado al cogerla fue que sería un regalo magnífico para Tilo, y una excusa perfecta para verle, ni que fueran unos minutos. Aunque lo justo sería dárselo a su amigo, el imbatido. Era quien había salvado a su familia de los Ultraentes.

La tentación le venció. Lo iba a hacer. Pero no estaba dispuesto a dejar tan claras las cosas como para ir hasta Melemele sin más a regalarle un Pokémon (lo que por cierto le parecía algo bastante horrendo, pues tendría que ser el propio Pokémon quien decidiera), así que prefirió enviarle un mensaje con el disimulo suficiente:

"He encontrado algo intrigante en el Paraíso Æther, tienes que verlo. Ya he avisado a tu amigo, pero no contesta."

Rezar no era una palabra con suficiente énfasis para describir lo que estaba haciendo, pensando, para que Tilo dijera que venía solo. Arceus le escuchó, pues Tilo respondió apenas un minuto después:

Mahalo [Pokémon - Gladio x Tilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora