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- Bien, ahora, ¿se puede saber por qué ese profesor es tan importante?

Miré a mi mejor amiga, quien caminaba a mi lado mientras que entrábamos en el salón de clases. Me encaminé hacia mi pupitre, apartando la silla de éste para poder sentarme en él, acompañado de un cansado suspiro. Jennie se acomodaba encima de mi mesa.

- Ya lo verás cuando llegue. -sonrió con emoción.- Es tan... tan... perfecto. - tapó su rostro con sus manos escondiendo su, ahora, sonrojo.

- Ey, no te enamores aún, ni siquiera le has visto. - Reí, apoyándome en mi mochila, que yacía sobre mi mesa.

- Si le he visto. Ayer me quedé hasta tarde en ésta cárcel para terminar un trabajo y me crucé con él. - Fijó su vista en el techo, recreando la escena en su mente. — Es alto, moreno, musculoso y muy, muy guapo. Ya sabes, cómo a ti te gustan.— Golpeó mi hombro, y yo reí negando con la cabeza. No tardé en guardar silencio cuando noté que toda la clase miraba hacia nuestra dirección y reía por lo bajo.

- Me halaga, señorita Kim. -- Y eso bastó para que mi amiga casi se cayera de mi mesa y mi cara se pusiera tan roja que la sentía arder.

Jennie me miró en busca de una salida y yo me encogí de hombros. Después de maldecirme con susurros se giró con una sonrisa un tanto fingida.

- Se-señor Kim. No... no sabía que estaba ahí. - sonrió rascándose la nuca a la vez que bajaba la mirada, buscando una buena excusa. - Verá... no es lo que parece. — rió bajando la mirada.

Y yo, como buen mejor amigo, me levanté ganándome las miradas de todos, incluida la del profesor, y hablé con todo el coraje del mundo.

- El caso es que yo pensaba que usted era un viejo amargado, como la mayoría de los profesores, y mi amiga me dio una leve descripción. — Miré a la anteriormente mencionada, quien me devolvía la mirada, dándome las gracias con los ojos.

- Como ha podido comprobar, su hipótesis no era cierta. Ahora siéntense, comienza la clase. — Dejó su maletín en la mesa y comenzó a dar la lección de matemáticas que correspondía hoy.

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- De verdad te debo una. - Habló mi mejor amiga, abrazada a mi como si de un koala se tratase.

La clase había terminado y después de dos clases tan aburridas, como siempre, nos dirigimos a la cafetería para almorzar.

- No es nada, es lo menos que podía hacer. Realmente quedaste en ridículo.— Comencé a reír como foca al recordar el vergonzoso momento.

- ¡Yah! Tu también quedaste en ridículo. — Frunció el ceño, dándome un leve golpe en el brazo con fastidio.

- ¿Yo porque? — Me senté en una mesa, sacando mi almuerzo de mi mochila, a la vez que observaba a mi amiga con confusión.

- "Ya sabes, como a ti te gustan". — Hizo comillas, repitiendo la frase que dijo antes de que el profesor nos sorprendiera.

- Seguro ni se acuerda. — Hice un ademán con la mano y dirigí ésta a mi botella con zumo natural de naranja, bebiendo de este.

- ¿Que te parece? - Me preguntó ella, apoyando su cabeza en su puño levantado, cambiando totalmente el tema.

- ¿Quien? ¿Él? — Mi ceño se frunció al pensar en aquel hombre, y ella asintió.— Olvídate. Todo para ti. — Respondí indiferente.

- Acabas de conocerle. - Hizo un puchero.

- Jen, no pienso tener nada con mi profesor.

Ella tan solo rodó los ojos y me revolvió el cabello. No tardamos mucho en cambiar de tema y disfrutar de nuestro almuerzo.

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