Regresé un poco tarde a mi casa. Mis Padres y hermanos ya dormían. Abrí la nevera para tomar un poco de agua y noté lo poco que teníamos para pasar estos días. Camine pesadamente hacia mi vieja silla de descanso y allí me desplomé casi de forma automática. Mi mirada se detuvo en el calendario de pared que fielmente nos recordaba los días.
¡parece mentira, que ya estamos en Navidad! Me dije con tono recriminatorio.....
Nunca la palabra Navidad había sonado tan seca y vacía como ahora. Eran tiempos muy duros. Por primera vez mis hermanitos y yo no tendríamos regalos ni ropa que estrenar. Por primera vez no tendríamos una buena cena con toda la familia ni haríamos nuestro acostumbrado intercambio de regalos. Ni siquiera tendríamos la posibilidad de pintar la casa, y mucho menos hacerle cambios necesarios.
Un quejido ahogado bajó desde mi garganta l tiempo que me dirigía a mi cuarto. Al cruzar por la sala, noté que mi mama con ayuda de mis hermanitos habían colocado en la mesa central el viejo pesebre de porcelana con el que solía decorar en esos días. Antes ni me había percatado pero había un gesto de Júbilo en las pequeñas figuras de porcelana que conformaban la escena bíblica. Allí estaban María y José, en primer plano al lado del niño. El artesano había plasmado en ellos una mezcla de gozo y tierna contemplación. En la parte alta, dos ángeles tenían sus bocas abiertas en expresión de alabanza y adoración. Abajo estaban los pastores, sus rostros mostraban alegría desbordante y más allá, todavía en camino a belén, los Reyes Magos reflejaban la Alegría expectante de quienes se van a encontrar con su Rey. Hasta los animales del establo se veían felices. Se respiraba gozo en aquellas figuras de porcelana, en contraste con el pesimismo que embargaba mi corazón..
Para los protagonista de la Navidad no fueron aquellos mejores tiempos que los de ahora. En ellos había escasez, pobreza, inseguridad, malos tratos de parte de las autoridades y muchas limitaciones. Y a pesar de eso sonreían. Fue entonces cuando comprendí que el pesebre de Belén era el símbolo más perfecto de lo que significa el Gozo de la Navidad.
La pobreza y suciedad de aquel establo, en lugar de traer depresión y frustración, fueron el escenario donde estalló la esperanza, la Alegría y el gozo exuberante, no por el lugar o las circunstancias sino por la persona que había nacido allí. Jesús es la única razón del gozo.
Los ángeles no vieron a una pobre mujer dando a luz a un niño en condiciones casi infrahumana, vieron a Dios mismo, hecho hombre, a Enmanuel. Los pastores no vieron solo un niño acostado en un pesebre sino al Salvador, a Cristo, Nuestro Señor. Los magos no vieron a un bebe corriendo peligro de ser asesinado por un cruel gobernante, vieron al verdadero Rey de los Judíos.
Reconocí que mi tristeza surgía de ver mis circunstancias y no a Jesús. Me estaba fijando en lo que no tenía en lugar de ver lo que ya tenía. Yo había tomado la decisión hace un tiempo atrás de seguir y obedecer a Jesús. Le había hecho señor de mi vida. Él tenía el primer lugar en mi corazón.
Concluí que tenía poderosas rezones para el gozo. El pesebre de mis necesidades no me robaría el gozo de saber que Jesús reina en mi vida, en lugar de unirme al coro depresivo de los que se quejan, me uniré al coro de los ángeles que celebran.
Ya entrando al cuarto, se despierta mi hermanito menor y me dice:
-Emma, como te fue? Yo le respondí: -bien, de hecho muy bien. Hoy recupere el gozo de la navidad! El sin entender me pregunta – de que hablas? Yo le acaricie el cabello y le susurre: -Duerme tranquilo, mañana te explico todo con calma. ¡!
Feliz Navidad