Break The Ice

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—Yo no sé cómo es que accedo a hacer estas cosas contigo Stephanie—bufé mientras caminaba detrás de mi mejor amiga.

— ¡Ay ya! ¿Puedes dejas tu amargura de lado? ¿Sólo por hoy?—sus regaños nunca resultaban lo bastante fuertes como para sentirme atacada.

—Es que me conoces tan bien—el sarcasmo era siempre un gran aliado.

—Lizzy, ayúdame ¿sí? Es la última vez que te pido hacer algo así—dejó de caminar ubicándose frente a mí. Su cara de súplica estaba teniendo frutos, pero no sucumbiría tan fácilmente.

—Steph—suspiré—sabes, y lo has sabido desde la primera vez que me conociste, que odio los parques de diversiones. No son exactamente el lugar que yo llamaría ‘divertido’—le expliqué rezando porque me diera la razón y marcháramos camino a casa por una película o lo que sea. Cualquier cosa antes de montones de juegos peligrosos, payasos maléficos y una vía segura al dentista.

—Lo sé, pero… —sus mejillas se encendieron mientras bajaba la mirada.

—Dime que estamos aquí porque TÚ quisiste venir y no por…

—Lo siento… —susurró, ya que había descubierto su farsa—. Pero si te lo decía no podría haberte hecho venir, ni siquiera a la fuerza, cómo tuve que hacer—en su rostro se estaban pintando el pánico y la culpa mezclados.

— ¡Stephanie! ¿Cómo… cómo? ¿Cómo es posible que…?—pero había comenzado a quejarme sin siquiera saber cuál había sido su plan original. Con el seño fruncido y los brazos cruzados, esperé una explicación.

— ¿Un chico? —exclamó tímida.

—Un chico… —la animé a continuar.

—Pues sí, un chico, amigo de mi hermano exactamente. Me invitó a salir, y… ya sabes. Tú acabas de romper con Steve y creí que quizás él…

— ¿Una cita a ciegas? —inquirí. Mi paciencia estaba a punto de quebrarse. Otra cosa que detestaba con el alma eran las citas a ciegas.

—Sí, pero no, digo, no es lo que crees—sus dedos se enredaban en mechones de su cabello mientras mordía su labio inferior, nerviosa.

—A ver—respiré hondo. Steph es una gran persona, nada más creyó que necesitaba ayuda para olvidarme de Steve, lo cual es innecesario. Sólo se preocupa. Es mejor que intente convencerme de esto o terminaré plantando a mi amiga y mí… cita—. El chico con el que me citaste es amigo del que te invitó a salir.

—Sí, amigo de Jake—me corrigió.

—Sí, sí, amigo de Jake—repetí el nombre sin mucho cariño— ¿Lo conoces? —si iba a tener una cita, más vale saber al menos el nombre ¿no?

—Eh… no, y antes de que preguntes, no tengo idea de quién es. Pero si es amigo de Jake tiene que ser una buena persona. Conoces a mi hermano… —intentó alivianar el hecho de que ni siquiera ella sabía dónde me había metido.

—Está bien… Eres mi mejor amiga tonta—sonreí abrazándola—ya veré con que favor me pagarás.

Caminamos hasta el supuesto lugar de encuentro, la rueda de la fortuna.

Sé que mi aprensión a los parques de diversiones a la gente normal le parece estúpida, pero soy el tipo de persona que… Digámoslo así, no sabe cómo divertirse si no es con un libro o sentada frente a un televisor. Agregándole el hecho que mis recuerdos infantiles en lo que se refiere a payasos no son los más felices. Ese miedo jamás se irá.

Estábamos en vacaciones de invierno, de modo que el clima no ayudaba mucho tampoco. Aunque estar rodeadas de gente, entre luces, y puestos de comida, ayudaba a mantener el cuerpo caliente mientras estuvieras allí.

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