Prólogo

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Lo he pensado mil veces, he trazado la ruta mentalmente tan bien que si no tengo éxito en esto me rendiré a las órdenes de mis padres. Espero a que el reloj dé las doce de la medianoche, todos estarán demasiado ocupados en sus crueles asuntos como para notar mi salida del pueblo, a pesar de que está muy bien vigilado sé; por lo que investigué, que a esa precisa hora todos se toman un descanso para satisfacer sus repugnantes "placeres" con los nuevos habitantes.

Creer que estamos enfermos es poco, lo que tenemos es una locura mental que según todos se da por el simple hecho de nacer en Markendam, aquí­ es la ciudad roja, esta es la ciudad a la que nunca querrás venir y los que lo hacen son los que están desinformados de nuestra naturaleza, son aquellos los que sufren las consecuencias a esta hora... las doce!, tomo mi pequeña maleta negra con taches, me subo al buró y salgo por la diminuta ventana que está en la pared izquierda de mi habitación, antes de salir le doy un último repaso a esa "pequeña guarida", "mi pequeña guarida", la voy a echar de menos, ahí es donde pasaba las horas pensando, diciéndome a mí­ misma que estaba mal lo que hacíamos, lo que mis padres me obligaban hacer, bueno no me obligaban, no voy a negar que disfrutaba muchas veces de la sensación que me daba ver el dolor y miedo que podía llegar a tener un ser humano y que la causante de esas emociones era yo, se sentí­a bien, hasta que me carcomí­a la consciencia y ahí­ era que planeaba mi escape. Finalmente hoy podría salir y sentir esa fresca brisa que me dirá: ¡Eres al fin independiente!, ¡ya no más culpabilidad!, ¡no tendrás la necesidad de lastimar a nadie! O eso es de lo que me trato de convencer mientras cruzo la calle escarlata, estoy a punto de salir.

- ¡Vangotmery!- me quedo estática en mi lugar como una estúpida con un pie en el aire, es Ardul - ¿Qué crees que estás haciendo?- doy media vuelta y le sonrío con ironí­a.

- ¿No es bastante claro?- me lanza una dura mirada con la clara advertencia de que deje el sarcasmo -Estoy huyendo, como te lo comenté hace dos años- ahora me mira con incredulidad ¿qué le pasa?

- Sabes que no puedes hacerlo, te traerá muchos inconvenientes cuando quieras volver- está apretando la mandí­bula muy fuerte, creo que se va a romper los dientes.

- ¿Y quién ha dicho que voy a volver?- tomo una posición firme, no voy a dejar que me manipule como siempre hace, esos ojos azules consiguen lo que quieren de mi sin ninguna replica la mayor parte del tiempo pero esta vez no, sé que esconde algo más en su hermosa mirada.

- Llegas a poner un pie fuera de la ciudad y...- se queda sopesando sus palabras, sabe que no me hará cambiar de opinión.

- ¿Y qué? ¿me torturarás como haces la mayor parte de tu asqueroso tiempo a las personas que dices querer?, sabes que si lo haces te dolerá más a ti que a mí, porque si morir es la opción que me dejas en vez de poder escapar prefiero desangrar con la esperanza de que no volveré, así­ que ahora la decisión es tuya- digo la verdad porque esa es la realidad. Me quiere dejar ir su mirada me lo expresa sin tener que decirlo.

- Hasel... Solo intenta pensar mejor las cosas, puede que estés en un lugar diferente pero tú no serás diferente, seguirás sintiendo lo que todos sentimos aquí, esas ansías de...- hace silencio, a él tampoco le agrada describir lo que hacemos, sé que le encantarí­a irse conmigo pero no puede por razones que jamás entenderé. - Intento explicarte que tu naturaleza seguirá ahí­ y no te dejará avanzar como dices querer hacerlo, y si no quieres escucharme no te voy a culpar- me mira con un sentimiento que no logro descifrar -Te voy ayudar pero prométeme que no me olvidarás- se me está empañando la mirada, recuerdo que él ha sido el único que me ha apoyado hasta ahora. Se acerca y me da un fuerte abrazo que guardo en lo más profundo de mi mente para tenerlo ahí­ y nunca sacarlo de mi memoria.

- Gracias, Ardul- me retira de sus fuertes brazos y me seca las lágrimas con sus pulgares.

- Vamos, no hay que perder tiempo- Juntos nos dirigimos con sigilo a la salida y cuando llegamos me volteo para guardar cada una de sus perfectas facciones de su rostro varonil en mi exhausta mente. Me da un casto beso en la frente -Cuí­date Vangotmery.

- Tú también Probst- esa fue la última vez que lo vi, con una mirada triste pero llena de esperanza, deseándome lo mejor.

Esa fue la última vez que estuve en Markendam.

Los errores de HaselDonde viven las historias. Descúbrelo ahora