"Cuando era niño, cada vez que me sentía frágil o solo, miraba las estrellas. Me preguntaba si había vida allá arriba, pero resulta que miraba en la dirección equivocada.
Cuando la vida alienígena llegó a nuestro mundo, fue a través de las profundidades del océano pacífico. Una fisura entre dos placas tectónicas, un portal entre dimensiones, un abismo.
Tenía 15 años cuando el primer kaiju apareció en San Francisco. Para cuando los tanques, los misiles y los jets lo derribaron, seis días y 56 kilómetros después, tres cuidades quedaron en ruina y se perdieron decenas de miles de vidas. Lloramos a los muertos, se conmemoró el ataque y continuamos.
Entonces, solo seis meses después, hubo un segundo ataque en Manila. El tercero ocurrió en Cabo y luego el cuarto. Hay fue que nos dimos cuenta de que no se detendrían, que solo era el comienzo.
Necesitabamos una nueva arma. El mundo se unió, combinó sus recursos e hizo a un lado toda rivalidad pensando en el bien común. Para combatir monstruos creamos nuestros propios monstruos y así nació en programa JAEGER.
Al principio hubo obstáculos, la interfaz neuronal del jaeger era demasiado para un solo piloto. Se implementó un sistema de dos pilotos, un control piloto de emisferio izquierdo y emisferio derecho. Empezamos a ganar, los jaegers dependían de la capacidad de los pilotos, los pilotos se convirtieron en estrellas, el peligro se convirtió en propaganda, los kaijus en juguetes. Nos volvimos muy buenos para ganar... Entonces, entonces todo cambió." —Raleigh Becket.