Era tarde y estaba cansado, fue un día largo y agitado. Acababa de jugar americano en el colegio y terminé agotado, mi playera estaba sucia y sudada, mis piernas temblaban y mis brazos se desvanecian, intenté alzar mis brazos y fue inutil, me pesaban, no tenían fuerzas. Ella al notar lo débil de mi ser se aprovechó para tomarme por la espalda y y bricar encima de mí, con toda la intención caí de rodilla directo al suelo, me dejé llevar y ambos caimos recostados en el suelo del aula. Sin poder moverme miré a mi lado y estaba ella, tan preciosa como siempre, sus ojos color avellanas le daban vida a su rostro, contrastaban con su tez clara, casí rosa y suave como el algodón. Alzé mi mano y la dirigí a su rostro, me monté encima de ella y miré a mi alrededor. El aula estaba vacía y aproveché el momento, un flashazo paso por mi cabeza y estaba ahí, sin notarlo mis labios estaba junto a los suyos, beso tras beso se me herizaba la piel cada vez más, la miré a los ojos y tomé sus manos, las coloqué por encima de su cabeza y comencé a besarla en cada parte de su cuerpo, empecé por la boca hasta llegar a su cuello, mi respración cambió de regular a intensa y la de ella cada vez se aceleraba con tal rapidez que creí que estaba poseida. Sus piernas empezaron a levantarse con un ritmo irregular como si con cada besos se exitara y lo que reaccionaba eran sus piernas, su pelvis era ondulante, conforme se movía su pelvis lo hacían sus piernas, atras y adelante una y otra vez hasta que no pudo contenerse y empezó a gemir, era una señal, lo estaba haciendo bien y ella parecía disfrutarlo, cerró sus ojos y se dejó llevar por la corriente de mis jóvenes besos, se montó en una balsa y recorrió el cauce del rio de pasión que se formó entre ambos. Sus gemidos aumentaron de tonalidad por lo que tuve que callarla metiendo mis dedos dentro de su boca, comenzó a chuparlos, dentro y fuera con frecuencia acelerada. Note su desesperación por apresurar las cosas. Le desabroché la blusa con una mano y con la otra sostuve sus manos inquietas por tocarme. Mis labios recorrieron todo su pecho, ni grandes ni pequeños, solo perfectos. Mi lengua empezó a hacer su magia con su sosten, mis dientes la ayudaron a desabrocharlo hasta que no hubo nada que quitar; ellos seguían haciendo de las suyas, de izquierda a derecha recorrí una y otra vez, su corazón latía a un ritmo impresionante, una avalancha de sentimientos caían desde la cima de sus pechos hasta el angosto espacio entre ellos formando el rio joven de pasión juvenil que nos controlaba en ese momento, su respiración era incontrolable, se mordía los labios con frecuencia mientras los gemidos salían desde el fondo de su ser ¿ Y yo? una erección comenzó a marcar la bragueta de mi pantalón, mi corazón latía al ritmo de la más pasional canción de amor que jamás se haya escrito. Mordía sus pezones con regularidad, esa enferma adicción que tengo por hacerlo, una efermedad que me ha llebado a perfeccionar mi técnica con regularidad, ultilizar cada parte de mi boca para lograr la máxima exitación en ella, algo que había esperado tanto tiempo. Mi lengua recorria cada controrno de su rosada y pequeña areola, tan perfecta como siempre lo había imaginado, dulce como la miel, suave como seda asiática y acorde con su color de piel. Solté sus manos para que ella pudiera saciar sus ganas de participar en el frabulloso acto pasional, parecía caballo de carrera ancioso por salir a ganar el primer premio. Me deje llevar y lo primero que hizo fue tomarme del cuello y recorrerlo con fuerza, me tomó del cabello con ganas de arrancarlo, ambas manos juguetearon con cada parte de mi rostro mientras seguía besando su cuello. La solté y me levanté con ella en mis brazos, la azoté contra la pared y sus piernas se amarraron a mi cintura, sus brazos los postró sobre mis hombros, las mirada se le iba y yo seguía besando su cuello y pecho. Mi cadera se pudo a la par de la de ella, mi pene ajustado al lugar de su clítoris y froté de arriba a abajo con regularidad, moría por gritar de placer y no pude, podían escucharnos afuera. Sin parar continué frotando salvajemente su clítoris, me montaba con clase y lujuria mientras sus gemidos me exitaban cada vez más a tal grado de hacerlos repetir, algo dificil de lograr en un hombre. La baje al escritorio del profesor y la recoste boca arriba, me puse de rodillas, alzé su falda dejandola en bragas, unas bragas blancas y relucientes con encaje hasta media nalga, deje que mi lengua volviera a hacer su magia pero ahora con su clítoris, lentamente y con una técnica relajada empecé a jugar con sus labios, mientras mis manos jugaban con sus pechosy sus pezones. Sus piernas estaban abiertas y flexionadas, la tipica posición para un oral, sus manos aferradas a mi cabeza controlando cada uno de mis movimientos que ocupaba en ella. Deje sus pechos y los baje hasta su vagina, cerré tres dedos y solo comencé con dos, salían y entraban con rapidez, su placer era evidente, sus gemidos aumentaban de volumen con el pasar del tiempo, gritaba de placer y me dejé llevar, mis dedos se humedecían cada vez más y no podía controlarme, mi lengua era una fiera tratando de hacer lo mejor que podía, deje de usar dos y los cambie por cuatro, empecé a meterlos lento para no herirla, al roce de la mitad sentí como lo disfrutaba, jaló mi cabello con mayor fuerza, soltó un enorme grito a los cuatros vientos y alzó su pelvis, no se quejó y continué, sabía que le dolía pero le encantaba. Aumente la frecuencia con la que le metía los dedos, estabamos muy exitados que nada más nos importó. Despúes de aproximadamente un minuto levantó mi cabeza y comenzó a desabrochar mi pantalón, la volví a acostar pero ahora boca abajo y sus pies al suelo, hacía un perfecto de noventa grados sobre el escritorio, me agache un poco para besar sus nalgas, hermosas y redondas como lo esperaba, alzaditas y perfectas. Volví a pararme y empecé a darle de palmadas mientras me acomodaba el pene, lentamente lo fuí introduciendo entre sus piernas mientras ella estaba exaltada cuando de pronto siento como se cierra su vagina, estaba pujando, le dolía, decidí esperar a que se soltará por lo que empecé a pegarle en las nalgas con mi pene, una y otra vez de lado a lado, de arriba a abajo hasta que noté que dejo de hacer presión, recorrí su braga y lo introducí lentamente cuando soltó un ligero grito, lo fuí metiendo lento hasta que tocó fondo, volteó su cara y me miró a los ojos mientras se mordía los labios, continué y empecé a meterlo y sacarlo, la tome por el pelo y curvee su espalda, empezó a gemir y no paré de metersela hasta que de pronto abren la puerta. Era Chris, se sorprendió al vernos en el suelo. Todo acabó ahí, me quedé deseoso y con ganas de más, sabía que tenía que terminar lo que empecé pero eso será despúes, ahora es momento de tomar clases.
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Los Delirios De Un Deseo Ardiente
RomanceDesenvuelvete en la exitante historia del deseo reprimido dentro de la cabeza de S, un chico que sueña con el cuerpo de alguien más.