Un Corazón Roto

21 0 0
                                    

Me miré al espejo y remojé mis ojos, fue una dura noche, no pude dormir, mi cuerpo adolorido pedía a gritos tu olor, sofocado de soledad abrazaba la almohada sin dejarla respirar tanto que adquirió tu forma, tenía tu aroma incrustado en las entrañas de mi cuerpo en el último aliento del alma que nos unía. Me desnudé con calma anhelando que regresarás para que tu terminaras lo que yo había comenzado y fue triste saber que no estuviste aquí para hacer lo que más te gustaba. 


La gotas de agua recorrian mi piel y se desvanecian pasando mis pies, la mirada se me iba a través del cristas empañado donde lo único que me imagino es la silueta de tus manos marcadas que van de arriba a abajo. Me arreglé más de lo usual, jeans, camisa y chaqueta acordes con los colores de temporada, tenis contrastantes a mi vestimenta, la loción para ocasiones especiales y el reloj más brillante que tenía. Llegué al colegio y como de costumbre los elogios se hacían notar cada vez más, las chicas se me acercaban esperando una respuesta positiva hacia ellas, buscaban ser atendidas y que les prestara atención... el mismo cuento de todos los días, no entiendo como no se desesperan de ser rechazadas tantas veces en un mismo día y por una sola persona, una tras otra como en fila india perdiendo su dignidad. La miraba varonil de desprecio y envidia elevaban mi ego, los rumores que pasaban de boca en boca por toda la escuela son los mismos de siempre, nada nuevo que llame mi atención. 


Entré al aula a tomar mi clase preferida, saqué mi cuaderno y la única pluma que tenía, negra como la blusa de Monse, la miraba cada que podía, ponía cualquier pretexto para poderle hablar ¿Qué hora es?¿Qué clase nos toca despúes? todo servía y funcionaba sin que ella se diera cuenta. Era un lugar frio y a ella no parecía impotarle, en pleno invierno y ella estaba como si fuera verano, el color de su blusa le resaltaba la clara tonalidad de su piel y hacía lucir su blanca y reluciente sonrisa, nunca desaparecía, por más malo que fuese el día y lo que pasaba en el transcurso del mismo no desaparece, era perpetua, solo una vez la ví sin ella y fue cuando murió su mejor amiga, su brazo derecho, la piedra angular de cada estrategia suya, su complice y confidente. Aun recuerdo como solian llenar el colegio de alegría, contagiaban este pequeño y solitario lugar de alegria y felicidad. 


Era el cambio de clase y no la veía por ningun lado, su pupitre estaba vacio y nadie sabia de ella y en qué momento desapareció, fuí a la cafeteria a buscarla y no estaba, recorrí cada centímetro de la escuela y no la encontré, empecé a preocuparme hasta que por accidente vi a través de la ventana de la biblioteca su mochila encima del estante de la esquina donde los viejos libros fueron bautizados por la miel derramada y la cenizas de nuestro amor consumado. Apresuré el paso, estaba emocionado por lo de anoche y más porque no terminamos lo que comenzó en aquella aula vacía. Entre con calma para no levantar sospechas, me escabullí por los pasillos de la biblioteca hasta llegar al rincón donde los estantes esconden el contenido de ese pequeño lugar, no sabía lo que hacía ella ahí hasta que me asomé. El corazón se me partió en mil pedazos, dejó de palpitar y la sangre dejó de fluir por todo mi cuerpo. Ella estaba con alguien más, no necesito decir los detalles pero ví lo suficiente para quedar devastado. Sin ánimos de nada regresé al salón donde tres chicas me esperaban alrededor de mi banca, sin poderles decir algo me recosté sobre la banca, pasó poco cuando empiezo a sentir como dos de ellas se recostaban encima de mi mientras que la otra me abrazaba por atras de la cintura. Sin consuelo alguno me dejé querer, por primera vez desde hace mucho tiempo deje que esas voces hablarán sin darles respuesta, elogios y más elogios al oido para que nadie más escuche. El día se me hizo eterno, el resto de las clases me quede inmóvil en mi pupitre acompañado de las tres damas, despúes de tanto deje de mirar atrás. Acabó el día y volví a donde empecé, a ese triste rincón de soledad. 

Los Delirios De Un Deseo ArdienteWhere stories live. Discover now