No podía respirar, me costaba tanto que casi parecía imposible. Sabía que tarde o temprano este momento llegaría, no podía impedir que llegara. Y aquí estábamos los dos, uno parado frente al otro, esperabas mi respuesta, pero las palabras parecían no salir de mi boca; y el momento se iba convirtiendo de incómodo a un tanto bizarro. De pronto una risilla se hizo notable.
- ¿Qué es tan gracioso?.- Preguntaste con cierta gracia.- Te hice una pregunta, ¿No piensas responderla Belle Femme?.- Dijiste esta vez con un poco más de seriedad o al menos eso querías aparentar, sabías muy bien como agobiarme.
- ¿¡Q-qué estupideces estas diciendo!? ¡Claro que no! ¡Tu mejor que nadie sabes que dejaste de gustarme hace mucho!.- Respondí con un notable nerviosismo tratando de difuminarlo con carcajadas, lo cual, efectivamente ayudo a que lo pasaras por alto.
-Jajaja ¡Tranquila, pequeña maleducada! Ya lo sabía, solo te estoy molestando.- Soltaste acompañado de un largo suspiro. Por un momento creí que habías descubierto que luego de todo este tiempo mis sentimientos por ti no habían cambiado. Pero estaba claramente equivocada, seguias siendo el pequeño niño despistado de siempre.
- ¡Vamos! No te quedes ahí o te congelaras, he oído sobre una cafetería que acaban de abrir cerca de aquí, hay que ver qué tan buenos son sus Caramel Macchiato's.- Dijiste antes de salir corriendo de los columpios donde nos encontrábamos, arrastrándome contigo. Era víspera de Navidad y estabas demasiado emocionado, realmente no te entendía, a mí no me entusiasmaba tanto arreglarme para sentarme en una mesa toda la noche, lo único bueno de estas fechas era que venías a visitarme, a pesar de que tus amigos siempre te pedian que te quedarás con ellos a festejar, jamás hubo vez que faltara tu lugar en la cena de Navidad. Me sentía mal, sentía que estaba siendo una carga para ti. Tenías una vida, amigos, familia, sin embargo, parecía no importarte y siempre me acompañabas.
