Cuarta parte

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-Es probable que hoy llegue a casa considerablemente tarde -anunció, mientras se dirigía al umbral de la puerta. Klaus se paseaba a torso descubierto por el salón principal. Perfecto como siempre-, por lo que te agradecería que no me estés esperando afuera como un maniático.

-Soy un maniático. No puedo cambiar -sonrió.

Y Caroline no tenía nada malo que decir contra semejante belleza.

-¿Comenzamos? -propuso Raquel, quien se encontraba a la cabeza de la mesa de reunión.

A los segundos después, en una pizarra dispuesta frente al gran mesón comenzaron a aparecer varias fotografías de las obras de Klaus. A medida que avanzaban, los hombres no pudieron evitar dirigir du mirada hacia Caroline quien al misno tiempo, permanecía sonrojada por la cantidad de veces en que había aparecido en tamaño gigante.

-Los reuní hoy aquí para conversar y planear la exposición que quiero presentar. El artista creador de tales trabajos se llama Klaus Mikaelson. Caroline Forbes -a quien tienen sentada entre ustedes- es su novia, y desea ayudarnos a preparar esta sorpresa.

Entre los presentes se encontraba Jerome Wickam, el heredero legítimo del museo de París que tenía el mismo apellido, un equipo completo de museógrafos que se ocuparían del diseño de la exposición, el guapo hombre que se encargaría de la publicidad del evento, quienes montarían los paneles, además de algunos críticos.

Caroline estaba consciente del inmenso talento de Klaus, pero aun así, no le dejaba de impresionar que tantas personas estuvieran dispuestas a apostar por alguien así de desconocido, al menos con respecto al arte. Y es que las veces en que el híbrido había facilitado algunas de sus obras para algún tipo de exposición, pedía que por nada del mundo su nombre saliera a la luz. Sin embargo, para recordar que que cada uno de esos trazos le pertenecían, entre las distintas capas dejaba constancia de su identidad.

K.M

-Es un hombre realmente talentoso -se pronunció uno de los críticos sentados junto a Caroline-. En cada trazo expresa una emoción diferente. No tengo duda de que sea una persona muy especial, e incluso reacia a estar muy apegado a los demás.

-Exactamente -apuntó Raquel-. De hecho, la misma Caroline me dijo que quiere armar esta exposición como regalo. Es muy reservado.

-Qué bonito gesto -comentó André, el de publicidad.

-Sólo busco recompensarlo por todo lo que ha hecho por mí.

Durante las horas siguientes crearon el plan principal: El estilo que tendría el salón principal en el que se expondría, cuánta y qué tipo de publicidad distribuirían alrededor de la ciudad y cúales serían los trabajos que descartarían.

Finalmente se decidieron por no dejar ninguno fuera.

-Todos son diferentes de alguna u otra forma. Sería un pecado no tenerlos todos.

Caroline sonrió orgullosa.

La exposición quedó fijada para el día Viernes 13 de Mayo, a las 19 horas.

-Gracias -dijo Caroline, cuando la reunión estaba por acabar.

-Gracias a ti -respondió Raquel-. Klaus es un artista diferente.

-¿Cómo te fue, preciosa? -preguntó Klaus desde el sofá principal que estaba frente a la puerta.

-De maravilla -sonrió.

-¿Y a ti, guapo? -y con la clásica destreza que la caracterizaba, llegó hasta él en un segundo, sentándose sobre sus piernas.

-De maravilla -imitó su tono de voz y expresión.

-Te extraño.

-Tú eres la que me tiene abandonado. Debería estar furioso.

-Ayer lo estuviste -le recordó.

-Sí, pero no quiero estar así de nuevo -dijo, su tono triste-. Te herí.

-Pero sabes más que bien la cura -sonrió de lado.

-Creo conocerla un poco.

La besó, primero de una forma dulce y tierna, para luego hacerlo salvajemente y tanto, que irónicamente, creía que moriría ahogado.

-Por favor nunca te alejes de mí. Viví más de mil años siendo infeliz -Caroline lo observaba atentamente-. Eres mi sueño hecho realidad, amor.

-Nunca me alejaré, si tú me prometes no alejarte.

-Ni aunque quisiera podría. Ni siquiera todo el poder que poseo es suficiente como para luchar contra mi instinto de deber estar a tu lado. Tienes un poder que ni yo tengo. Eres...Hermosa. Eres perfecta.

Klaus despertó en medio de la noche. Había tenido una pesadilla... Con Mikael. Siempre que soñaba ese tipo de cosas, Caroline despertaba de inmediato al venir acompañados de gritos ensordecedores. Pero esta vez Klaus luchó para no interrumpir sus horas de dormir.

Estaba sudado y tiritaba mucho.

"Necesito desahogarme" , murmuró y caminó hasta su cuarto especial. Preparó el block en el soporte de manera, cogió el primer pancel que vio y conenzó a trazar líneas.

Cuando hubo terminado, se encontró con que sin siquiera darse cuenta, había recreado el momento en que Mikael, con ayuda de Elijah, lo ataron a la cruz de madera que habían preparado. En el otro costado pintó otro de los tantos maltratos, y así repitió el proceso en varias partes de la hoja.

"Y así es como los malditos demonios se adhieren cada vez más a mí"

Tampoco vio venir lo que pasó después. Comenzó a destruir todo lo que tenía en frente. Hojas, pinceles, pinturas, obras.

Todo.

"¿Llegará el día en que logre encontrar un poco de paz" gritó. No sabía a quien, pero le hablaba a alguien.

A Dios, quizás. O a él mismo.

Caroline apareció en la habitación y vio el desastre. Y a un Klaus absolutamente roto.

-¡Hey, dulzura! ¡Estoy aquí!¡Estoy aquí! -le dijo, intentando tranquilizarlo. Abundantes lágrimas mojaban sus mejillas.

-No se irán, amor. Todos mis demonios nunca se irán -y como un niño, buscó el cuerpo cálido de Caroline. Era el único lugar en el que encontraba siquiera un poco de paz.

-Tal vez tengas razón y nunca se vayan -dijo, luego de besar su frente-. Pero yo tampoco me iré. No estás solo. Nunca lo estarás.

Klaus levantó la vista hacia ella.

-Lo prometo.

Pero no necesitaba hacerlo. Sus ojos eran puros, tal como sus sentimientos y Klaus lo notaba sin problema.

Un trazo, un demonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora