Las lágrimas emanaban de los ojos de aquel chico que fingía mantenerse fuerte, la infravaloración que le impartían las personas que quería comenzaban a convertirse en estacas enterrándose en su alma. Quienes digan que los hombres no lloran son unos ignorantes, que no conocen el poder de las lágrimas. Y Caleith siendo un chico no podía evitar que sus sentimientos se desbordaran mediante el llanto silencioso, y a su paso el agua salada dejando rastro en su cara fuera el único consuelo que tenía.
El castaño limpió su cara con agua de una botella que tenía en su cama y se secó con rapidez al oír el sonido del toque de la puerta de su habitación. De inmediato abrió la puerta y encontró a su madre con un semblante serio en el pasillo.
—Vamos a salir, cuida a tu hermana, ya sabes cómo hacerlo. -Su voz sonaba robótica, tan vacía, como si en lugar de ser un ser humano fuera un aparato diseñado para herir los sentimientos de su propio hijo. —Espero que no cometas errores, como siempre los haces. Nos disgusta que siempre fracases hasta en las cosas más simples.
Su garganta ardía, las palabras haciendo una barricada para que su voz no pudiera pronunciarlas le envolvía de temor. «Y si fracaso hasta en cuidar en mi hermana, ¿por qué no lo hacen ustedes?» quiso expresar Caleith, sin embargo, se contuvo a decir aquella frase, su inconsciente bien sabía que si hablaba causaría una disputa entre él y sus padres, quizás por ello, esa barricada de palabras que se mencionó antes, era sólo una manera de recordarle que se había dado por vencido en tratar de que ellos lo valoraran, porque ni desafiando a quienes le dieron la vida serviría de algo.
—De acuerdo. —Contestó con la voz apagada que desde hace años le caracterizaba.
—Regresamos más tarde. —Avisó la madre sin el empeño de enmascarar su hastío en la voz, y para que posteriormente de lo dicho, la señora de cabellera castaña, se alejara y bajara las escaleras para encontrarse con su esposo y entonces salir de la casa.
Mientras tanto, el joven de diecisiete años, Caleith, se mantenía recargado en el umbral de la puerta, siempre se preguntaba cómo podría volver a satisfacer a sus padres, quienes desde hace demasiado tiempo comenzaron a ser muy frívolos con él.
—Cal... —escuchó la voz de su hermana menor; estaba tras la puerta de su propia alcoba, se veía avergonzada al estar espiando una conversación que no le correspondía escuchar, e incluso sus mejillas tenían un colorete rosa — No eres un fracaso, ¿sabes? —Dijo viendo sus pies mientras fruncía el ceño, como si hiciera un esfuerzo en hablar, teniendo una edad de trece años había perdido la habilidad de exponer sus sentimientos sin necesidad de ser cuidadosa, pasaba por cambios que le costaba llevar y el único sustento que tenía era a su hermano, quien ahora reflejaba una tristeza reprimida. Y quería ayudarlo, animarlo, pero no estaba segura si lo estaba haciendo bien, no obstante, prosiguió pensando en que si no lo intentaba la convertiría en una persona egoísta que suele recibir ayuda de quien más le quiere sin ella querer dar algo a cambio. -Hay cosas que no vemos por la ceguera que nos deja el pasado. No eres el mismo de cuando tenías diez, y tampoco eres aquel de cuando tenías quince. No quiero que te afecten sus palabras. —Confesó la chica con desasosiego.
El muchacho le sonrió a su hermana y le acarició la cabeza, en una muestra de cariño.
—Audrey, no te preocupes por lo que ellos me digan. Estoy bien. —mintió. Una mentira que se notaba y no podía parecer creíble, pero sólo contaba con esa arma para alivianar la atmósfera— Será mejor que te cepilles ese cabello, es un nido de pájaros. —Aconsejó mientras intentaba cambiar el tema y fingía dramáticamente que sus dedos no podían salir de los rizos de la adolescente.
—Más tarde. —Dijo su hermana, haciendo una mueca de desagrado, entretanto se acomodaba su cabellera negra, para disimular que lo tenía enredado.
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19:52 La vida entre la muerte
FantasyHay muertos que les arrebataron el derecho a la vida. Quienes no probaron la calidez y la frialdad que en el mundo habita. Hay otros que vieron cómo su existencia comenzaba a esfumarse. Y luego están aquellos que se han perdido tratando de escapa...