3, 2, 1... ¡RING! Acaba otro curso, el último en el instituto, la universidad viene a nuestro encuentro tras un curso largo y difícil, pero con los chicos es más facil.
La clave para que te vaya bien en el instituto es encontrarte agusto ahí y nosotros eso lo hemos conseguido con sobresaliente, justo lo que no hemos sacado en los exámenes finales.
No quería decirlo pero el alcohol ha ayudado mucho, y no lo digo por mí. Mis amigos han encontrado irónicamente en nuestras fiestas y el alcohol, que se han acabado convirtiendo en punto de reunión de todo nuestro ambiente, un impulso para ir con más ganas a por los exámenes. Cuando decía que no iba por mi, es porque yo no bebo, pero bueno, se podría decir que soy la excepción que confirma la regla.
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Entro en casa con las notas en una mano y los zapatos en otra. Os pensaréis por qué me quito los zapatos para entrar, pero no tiene explicación ninguna, solo es una vieja costumbre de mi madre.
Vivo en un barrio clase media-alta, pero mi nivel social está lejos de eso, ya que vivo aquí de alquiler con mi madre y mi abuelo, y es con su paga de jubilado y lo poco que gana mi madre con lo que lo pagamos.
La verdad es que no se como he llegado aquí, creo que le estamos alquilando la casa a una antigua amiga suya, por lo que con nuestros ingresos nos da para vivir aquí.
Nunca me he llevado muy bien con ella, no me gusta el tema, pero no ha sido la mejor madre, protagonizando mi primer recuerdo de impotencia, ya que siempre me quitaba los pocos ahorros que tenía para gastarlos ante mi cara de poco entendimiento, y siendo también actriz muy importante en mi pésima infancia.
Mi abuelo era otro rollo, muy querido por todos y que pese a su jubilación, seguía dando muchísima guerra, proponiendo siempre excursiones a la montaña para buscar animales. Él se autodenominaba hijo de la naturaleza, y en su mirada se podía ver todavía a un niño de 3 años con ganas de comerse el mundo.
Al entrar dejo los zapatos en el cuarto de baño que hay en la entrada, como he hecho siempre desde nuestra llegada a la casa, y luego pego las notas en el frigorífico antes de ir a mi cuarto, tengo mucho por hacer.
Por mucho que hacer me refiero a mirar mi macbook para saber si Sansa, una chica (o eso quiero pensar) que había conocido en un foro de libros, me había escrito sobre su nueva lectura.
Me encanta hablar con ella, no se como es físicamente, aunque se que tiene gafas, pero se me pasan las horas volando mientras hablo con ella. Siempre he tenido el impulso de pedirle que me cuente como es, bajita o alta, rubia o morena, pero al final siempre he recapacitado, me parece feo.
La otra cosa que vengo a hacer a mi cuarto es el comienzo de algo grande, o el final, el gran final de este curso, y había que estar a la altura. Agarro el frío picaporte de la puerta y entro en mi cuarto, que está tan ordenado como siempre, voy al escritorio y enciendo el portátil pero como ya sabéis no solo vengo a hacer esto. Me voy directo a armario, y como siempre he hecho, pego un salto para coger la maleta. Sí, tengo que hacer la maleta, me direis ¿para qué?, pues ya veréis, va a ser apoteósico.
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Sobre el mar.
Teen FictionUna catastrofe mundial deja a Gesal a la deriva junto a sus amigos en un barco familiar de vacaciones, debido a que no encuentran tierra ya que esta se ha esfumado. El miedo, el misterio y la curiosidad haran de este mundo un lugar de mentiras, desc...