El espíritu del Otoño

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Era un día nublado. Los árboles cantaban al son de la brisa que movía sus hojas. Las hojas marchitas bailaban su última danza antes de caer al frío suelo, donde se moriria y marchita rato hasta desaparecer entre el polvo y suciedad. Miraba aquel maravilloso movimiento tras la ventana de la clase, donde sólo podía escuchar un murmullo constante. Vi aquel maravilloso
baile que la hoja marchita hizo antes de caer en el vacío. Mientras la veía posarse en el suelo un anciano curioso ante la extraña danza, se agachó a cogerla. Vi la fascinación en sus ojos al ver la dorada hoja en su arrugada mano. Pensaba que el anciano la tiraría de vuelta a su final, pero me equivoque. El anciano saco un pequeño block de notas que llevaba y la metió entre medias de las hojas. Con una tímida sonrisa en la cara, el anciano se alejo por aquel paraje lleno de hojas secas y con la suave brisa moviendo su chaqueta.

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