Plato fino

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Su cuerpo dolía intensamente.
Varias vendas inmovilizaban su cuerpo. Apretándolo, reteniéndolo, cortándole un poco el aire.
Sabía por la delicadeza de los vendajes, quién se las había hecho.
Era un trabajo tan detallista y tan meticuloso que hasta su cuerpo maltrecho lucía como una obra de arte bajo esas tiras de tela blanca.
Tenía algunos puntos de sutura tan finamente realizados que incluso de esa forma daba gusto verlo.

Will Graham sabía por culpa de quién seguía vivo. Y mentiría si dijera que no le agradaba saber quien era su cuidador.

El cuarto donde se encuentra era de color marrón claro con tribales floreados estampados a lo largo de toda la pared.
A la derecha de la pequeña cama de sabanas azules donde se encuentra, hay una mesita de luz simple con una lámpara de color naranja suave. Del techo pende un ventilador que gira perezosamente y la cual posee una lampara tenue que ilumina suavemente el ambiente.

Will se levanta a duras penas de la cama y nota que trae puestos unos pantalones de seda fría color rojo brilloso que no le pertenecen. Le da vergüenza imaginar que mientras estaba medio muerto él se encargó de limpiarlo y cambiarlo de ropa.

Al pararse a un lado de la cama puede notar que hay dos puertas frente a él.
Una da contra un elegante pero pequeño baño blanco que esta cubierto por tonos celestes y blancos. La otra, parece ser la de salida, pero se encuentra cerrada.

Gira suavemente el pomo y se lleva una grata sopresa al darse cuenta de que esta se encontraba sin llave.

(Esta vez el captor fue un completo caballero).

Al arrimarse a la salida y mirar hacia ambos lados se da cuenta de que se encuentra en un largo pasillo con varias puertas. Al final del pasillo de la derecha puede divisar un ventanal gigante que deja pasar la tranquila luz de la noche.

Will calcula que debe ser entre las nueve y las once de la noche, por la intensidad de la luz lunar.

Imnotizado por la belleza de la vista del ventanal y por el bosque que puede divisar que esta del otro lado del marco, se acerca lentamente.

El suave aroma de algún alimento cociéndose en el horno le recuerda a su vacío y ya dolorido estómago que quizás, no come hace días.
Seguramente él lo estuvo alimentando con suero algo así, pero no se compara a la ingesta de alimentos sólidos.

No se sorprende a ver a aquel hombre cocinando con suma delicadeza.
Sus movimientos son finos y bien calculados, le recuerda a un felino moviéndose.
No produce ruido y parece no equivocarse en nada.
Su cabello rubio mantecoso esta peinado prolijamente y viste un lujoso traje color azul Francia con un delantal de cocina negro ceñido a su cintura.

Will siente algo de envidia. El solamente tiene puesto esos pantalones prestados, está descalzo y su pecho esta cubierto de tantos vendajes y algodones que parece que tuviera puesta una musculosa blanca al cuerpo.

-Por fin despertaste Will. Mis cálculos fueron perfectos, me haces sentir orgulloso. Según los estudios que te hice, pude deducir que hoy sería el día en que el que por fin despertaras- Dice sin siquiera voltear.

(¿Como carajos pudo oírme si intenté hacer el menor ruido posible?)

-¿Cómo supiste que era yo si ni siquiera me miraste?- pregunta algo molesto.

-Fácil- voltea girando sobre sus talones con la gracia única de un bailarín experto- Pude sentir tu fuerte esencia. Hueles a una mezcla varonil de Pino y agua de lluvia, es tu aroma natural, lo he comprobado- Responde como si fuera obvio.

Sus pequeños ojos almendrados
miran a Will entre desafiantes y divertidos. Puede ver como el menor se comienza a alterar bajo su escrutinio visual.

AntipastoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora